EL ASCENSO DEL POSFASCISMO
Traducción de Pensamiento y Batalla
En los últimos 15 años ha surgido en Grecia, como en muchos otros países del mundo, un nuevo tipo de corriente política de extrema derecha. Los orígenes de esta corriente se remontan a la convergencia de formaciones de extrema derecha existentes y una parte de la izquierda patriótica. Este proceso comenzó con el Movimiento de las Plazas y las protestas contra las medidas de austeridad de los acuerdos de “rescate de la deuda” (también conocidos como “Memorandos”[1]), continuó con las manifestaciones nacionalistas contra el Acuerdo de Prespes[2] y culminó con el movimiento de negacionismo de la pandemia y la vacunación, que también atrajo a individu@s y grupos del medio antiautoritario[3].
En nuestras intervenciones escritas del año pasado contra esta nueva corriente reaccionaria, nos centramos principalmente en el “irracionalismo individualista, de sabor ultraderechista o posmoderno”, como trasfondo ideológico de la convergencia de la extrema derecha, por un lado, y una parte de la izquierda y el medio antiautoritario, por otro. Examinamos cómo ambas partes rechazan de plano la modernidad y la Ilustración. Discutimos la oposición ideológicamente nacionalista y reaccionaria a la “globalización” y al “imperialismo” como elemento que inspira a ambas alas. Hemos argumentado que la posición fundamental de la nueva corriente de extrema derecha es defender la “comunidad nacional” —y al propio “Estado nación”— contra las “élites globales” que quieren destruir las naciones y denigrarlas[4], enfatizando que “la base política de esta convergencia es un (…) discurso contra el ‘nuevo orden mundial’, el ‘capital transnacional’ y la ‘globalización’ en defensa de la ‘comunidad cultural nacional’”. Finalmente, hemos demostrado que ambos bandos comparten una visión conspiracionista de la historia mundial. Por supuesto, hemos dejado claro que este movimiento no es un bloque monolítico, ya que existen divisiones estratégicas y tácticas en su seno. Este hecho se expresa directamente por la existencia de tres partidos diferentes en el parlamento que pertenecen a este bloque —Solución Griega [Ελληνική Λύση], Victoria [Νίκη], Espartanos [Σπαρτιάτες]—, así como una multitud de partidos, colectivos, sitios web e individu@s extraparlamentari@s.
Aunque seguimos considerando válidas estas posiciones, creemos que es necesario investigar más a fondo las bases teóricas e históricas de la formación de esta nueva corriente de extrema derecha, tanto para sacar conclusiones que puedan utilizarse en la lucha contra ella como porque hay elementos de esta corriente, particularmente las originadas en el medio antiautoritario, que requieren un análisis más detallado y profundo. Esto ayudaría a resaltar las áreas en las que convergen y se integran en esta corriente.
Creemos que la lucha contra esta corriente es un aspecto extremadamente importante y necesario de la lucha contra el Estado. Ante la crisis capitalista y la intensificación de las contradicciones a todos los niveles (guerra, movimientos migratorios/de refugiad@s, catástrofe climática, inflación, epidemias, etc.) ha emergido una fuerza contrarrevolucionaria a escala casi global. Esta fuerza, bajo el disfraz de “antisistema”, tiene la capacidad de movilizar en masa a los sectores más reaccionarios de la clase obrera y de la pequeña burguesía a favor de la restauración de la homogeneidad nacional y de la estabilidad social, en otras palabras, a favor de la restauración violenta de la unidad del circuito de reproducción del capital social nacional. El movimiento reaccionario emergente ataca todo lo que se presenta falsamente como la causa de la miseria y el empobrecimiento de sus miembr@s: inmigrantes/refugiad@s, l@s enemig@s de la nación, la religión y los roles de género tradicionales que “toman su dinero de las ONG” y apoyan a las “élites globales” y al “Nuevo Orden Mundial”, l@s “parásit@s que conforman la élite política del país”, y así sucesivamente. La lucha contra el Estado y su pseudo-oponente de extrema derecha debe ser unificada. Como hemos señalado en el pasado, la nueva corriente de extrema derecha es “un enemigo fabricado” por el Estado, “no en el sentido estricto de que el Estado haya creado este movimiento desde cero y haya conspirado para promoverlo (…) sino en el sentido específico de que lo reforzó con el autoritarismo, la opacidad y la absurdidad sistemática”[5] de las políticas del Estado a la hora de abordar las necesidades humanas reales.
En las páginas que siguen destacaremos la esencial unidad y complementariedad entre el neoliberalismo y la nueva corriente de extrema derecha, frente, por un lado, al intento de l@s defensor@s de la democracia capitalista de presentarla como algo ajeno al “arco democrático” y, por otro lado, contra al intento de l@s miembr@s de esta corriente reaccionaria de presentarse como “antisistémic@s”.
Es importante hacer notar que, como movimiento social, esta corriente se presenta más allá de las afiliaciones partidistas, trascendiendo la división izquierda-derecha. Sin embargo, las cuestiones que ha planteado hasta ahora están claramente arraigadas en temas reaccionarios y de extrema derecha preexistentes, como el ataque a l@s “ideólog@s woke[6]” y “defensor@s de los derechos”, el alarmismo sobre una supuesta “invasión” de inmigrantes y los inminentes “bloqueos climáticos”, y la creación de pánico moral en torno a las vacunas que supuestamente alterarán “los cuerpos de nuestr@s hij@s” o “nuestro ADN nacional”, etc. A pesar de estos temas, el supuesto carácter antisistémico de la corriente hace esencial que se presente —y se perciba— como una ruptura con la política establecida, pretendiendo ir más allá de la tradicional oposición izquierda-derecha. De ahí que la participación de destacados autoidentificad@s “progresistas”, izquierdistas y antiautoritari@s sea tan crucial para su formación.
Basándonos en nuestro estudio e investigación, identificamos ocho dimensiones principales de la base teórica e histórica de la nueva corriente de extrema derecha (entre las cuales, por supuesto, hay superposiciones):
1-Populismo
2-Nacionalismo
3-Elitismo
4-Individualismo
5-Darwinismo social/Ideología de la muerte
6-Irracionalismo (apelación al “orden natural de las cosas”, conspiracionismo)
7-Ataque a las luchas por los derechos sociales (ideología “anti-woke”, critica al “transhumanismo”, etc.)
8-Invocación de la “libertad de expresión”.
El hecho de que no todas las organizaciones e individu@s de esta corriente compartan exactamente el mismo conjunto de posiciones en las dimensiones mencionadas no invalida su existencia como tendencia diferenciada. Después de todo, según la clásica monografía de Robert Paxton, The Anatomy of Fascism (Cedar, 2006), incluso el fascismo histórico fue “un compuesto, una poderosa amalgama de ingredientes conservadores, nacionalsocialistas y de derecha radical diferentes pero combinables, unidos por enemigos y pasiones comunes por una nación regenerada, energizada y purificada (…) Las proporciones precisas de la mezcla son el resultado de procesos: elecciones, alianzas, compromisos, rivalidades. El fascismo en acción se parece mucho más a una red de relaciones que a una esencia fija”.
El proceso de formación de la nueva corriente de extrema derecha a través de la convergencia de elementos de extrema derecha, nacionalistas de izquierda y antiautoritarios nos lleva al uso del adjetivo “rojipardo”. Del mismo modo, en el caso del fascismo histórico se produjo una deriva similar de l@s nacionalistas de izquierda y l@s antiautoritari@s hacia el fascismo como forma reaccionaria de oposición a la “decadencia” y la crisis capitalista, que producían inseguridad y ansiedad económica y social[7]. Debido a la especificidad histórica de cada fenómeno, no podemos utilizar el término “fascismo” para referirnos a la corriente de extrema derecha contemporánea, ya que el fascismo histórico impuso la dictadura de partido único, abolió casi todas las “libertades” democráticas, llevó a cabo purgas internas, exterminó físicamente a judí@s y “elementos antisociales”, organizó la producción de forma corporativista, aplicó amplios programas de inversión pública en infraestructuras y en la industria de guerra, y emprendió guerras expansionistas; elementos que aún no han aparecido en los países donde han gobernado los partidos de extrema derecha modernos.
Pero podemos seguir al marxista húngaro Gaspar Miklos Tamás[8] y utilizar el término posfascismo, es decir, una forma de política que combina elementos del neoliberalismo, el nacionalismo, el individualismo pequeñoburgués/libertario (que se opone a la invasión de la propiedad privada por parte del Estado) y la democracia moderna (en el sentido de que no abole el parlamentarismo y las instituciones de la democracia representativa), que simultáneamente excluye de la ciudadanía al proletariado sobrante, la población excedente consolidada, es decir, la población que ni siquiera puede vender su fuerza de trabajo para ser explotada y que constituye la mayoría de la población de los países más pobres y una parte significativa de la población de los países desarrollados, que sobrevive gracias a la ayuda “humanitaria” y a la economía “informal”. El posfascismo, como régimen político, también contiene una fuerte dimensión populista en la medida en que una porción significativa del proletariado local, que se ha empobrecido material y culturalmente, se convierte en el enemigo más feroz de l@s emigrantes y refugiad@s marginad@s (y de ciudadan@s marginad@s como l@s romaníes). Este segmento adopta ideologías reaccionarias de diversos tipos como respuesta a la amenaza percibida que supuestamente supone la competencia potencial por las magras prestaciones estatales y empleos mal pagados, como la teoría conspirativa del “gran reemplazo” diseñada supuestamente por l@s “globalistas” y las ONG de George Soros y Bill Gates[9].
Ampliamos y modificamos el concepto de posfascismo basándonos en las ocho dimensiones mencionadas, enfatizando la convergencia entre grupos de extrema derecha, nacionalistas de izquierdas y antiautoritari@s, basándonos en la experiencia histórica acumulada desde la publicación del relevante texto de Tamás. En las siguientes secciones analizamos estas dimensiones.
1-POPULISMO
De acuerdo a la definición clásica, el populismo (moderno) se refiere a un conjunto de ideas y prácticas políticas que pretenden defender al “hombre común” y al “pueblo” frente a las “élites”. Los propios conceptos de “pueblo” y “hombre común” utilizados por las ideologías y prácticas políticas populistas ocultan las relaciones de clase de explotación y dominación dentro del capitalismo, a la vez que sirven como formas a través de las cuales estas relaciones aparecen y se imponen. El conflicto entre el proletariado y el capital desaparece y es reemplazado por el conflicto entre el pueblo y las élites. El concepto de “pueblo”, sin embargo, no es meramente interclasista; se refiere inevitablemente a la comunidad política nacional, excluyendo a l@s inmigrantes y a aquell@s que potencialmente podrían ser expulsad@s como “elementos antinacionales”. La misma función cumple la figura homogeneizadora del “hombre común”. Por otra parte, el concepto de élites no se define en términos de clase ni se basa en las relaciones de producción capitalistas, sino en términos morales: se refiere a l@s tiburones y conspirador@s “corrupt@s”, “codicios@s” y “malicios@s” que parasitan de la “riqueza nacional” y la “prosperidad popular” con el objetivo de controlar tanto al Estado como al pueblo. Por esta razón, a menudo se equipara a las élites con el “capital supranacional”, los bancos, las grandes compañías multinacionales tecnológicas y farmacéuticas (big pharma y big tech), etc.: poderes foráneos que conspiran contra la nación en colaboración con sus agentes locales. Esta narrativa se hace eco directamente de los lugares comunes del antisemitismo, ya que la figura impersonal del individuo corrupto, codicioso e intrigante es a menudo y fácilmente personificada como el judío. Obviamente, sobre la base de tal definición moralista, una porción del capital nacional puede, por supuesto, ser absuelta como “productiva” y “pro-pueblo”, excluyéndose así de las élites corruptas (por ejemplo, se argumenta seriamente que Trump, como multimillonario “hecho a sí mismo”, no pertenece a las élites). Al mismo tiempo, el conflicto social se desplaza desde un desafío a las relaciones de poder de clase y a la propia comunidad política nacional, apuntando al derrocamiento y la transformación revolucionarias, hacia la eliminación de l@s parásit@s pertenecientes a las “élites”, un proceso que puede extenderse más tarde a l@s declarad@s “enemig@s del pueblo o la nación”.
En el pasado, la distinción entre izquierda y derecha dentro de los sistemas políticos de los países europeos correspondía a la representación de la clase obrera y l@s capitalistas dentro del Estado y a la integración de l@s primer@s en las instituciones políticas capitalistas. La cuestión social se politizó y nacionalizó. La profunda crisis de las relaciones capitalistas de (re)producción a partir de la década de 1970 condujo gradualmente al colapso de esta distinción, ya que las políticas de los gobiernos de izquierda y de derecha convergieron en los recortes y la reestructuración del Estado de Bienestar, así como en la desregulación de las relaciones laborales, todo ello encaminado a aumentar el grado de explotación como contrapeso a la crisis de sobreacumulación. El proceso histórico llamado “neoliberalismo” no fue un declive lineal de la producción capitalista, ya que hubo periodos de crecimiento a medio plazo (por ejemplo, en Grecia desde mediados de los noventa hasta 2008), durante los cuales se solidificó la atomización de la clase obrera y lo que los ordoliberales llamaron desproletarización. Esto significó la consolidación de los valores burgueses, en los que l@s trabajador@s ya no se veían a sí mism@s como proletari@s sometid@s a la explotación, sino como emprendedor@s “en ascenso”, “capital humano” autodeterminado, por utilizar la expresión favorita de Röpke, Becker y Foucault. Uno de los métodos de desproletarización fue la adquisición de vivienda privada mediante préstamos. Cuando se produjeron las posteriores recesiones del capital y la devaluación del trabajo, la recomposición del proletariado como sujeto histórico se hizo mucho más difícil. Así, la crisis de legitimación y representación política que emergió condujo, por un lado, al fortalecimiento de las fuerzas políticas populistas que se oponían al “orden” político establecido y, por otro, al surgimiento del correspondiente sujeto social interclasista en muchos de los movimientos que estallaron históricamente, en particular tras la Gran Recesión de 2008 (Primavera Árabe, Movimientos de las Plazas, Chalecos Amarillos, etc.)[10]. Sin embargo, como hemos señalado anteriormente, la mayoría de estos movimientos involucraron activamente a una tendencia minoritaria proletaria y anticapitalista que intentaba romper con el populismo y la identidad nacional, aunque sin éxito.
Podemos ver esto más claramente en Grecia durante el período de la imposición de los memorandos. La profunda crisis de 2010-15 condujo al colapso del PASOK y al debilitamiento de Nueva Democracia. SYRIZA emergió como una nueva fuerza de izquierda que seguiría una política socialdemócrata y negociaría los memorandos, logrando establecerse como la solución electoral tras la derrota del ciclo de luchas entre 2010 y 2013. Por otro lado, el debilitamiento del poder electoral de Nueva Democracia se reflejó inmediatamente en la emergencia de formaciones políticas populistas de extrema derecha, siendo la mayor de ellas “Griegos Independientes”, y la entrada en el Parlamento de “Amanecer Dorado”, abiertamente nazi. Como la alternativa del gobierno SYRIZA-ANEL también se demostró rápidamente falsa tras la farsa del referéndum y la firma de un nuevo memorándum, y con la salida de las facciones populista-nacionalistas de SYRIZA (además de las socialdemócratas que también se fueron, como l@s miembr@s que más tarde formaron MeRA25), la tendencia social hacia el populismo se reforzó aún más. En este punto, debe hacerse notar que la línea política central y dominante de SYRIZA no era populista y no cuestionaba la pertenencia a la UE o incluso a la eurozona. Al mismo tiempo, sin embargo, la dirección de SYRIZA toleraba la existencia de tendencias populistas dentro del partido, lo que dejaba abierta la posibilidad de salir del euro, imponer medidas proteccionistas y girar hacia la esfera de influencia geopolítica de Rusia, ya que pretendía absorber el descontento populista que era el elemento dominante en el movimiento precedente[11].
Las movilizaciones contra l@s inmigrantes y l@s refugiad@s que se organizaron tanto en las islas del noreste del Egeo como en áreas de la Grecia continental a partir de 2016 y las manifestaciones contra el Acuerdo de Prespes en 2018 y 2019 fueron los dos siguientes acontecimientos principales que contribuyeron al fortalecimiento del populismo como corriente social. En este caso, el aparato del partido Nueva Democracia participó masivamente en las movilizaciones, a pesar de que como partido utilizaba sistemáticamente la denuncia del populismo para atacar a la izquierda. De particular importancia es el período de febrero-marzo de 2020, cuando el gobierno de Mitsotakis difundió teorías conspirativas sobre una “guerra híbrida” a través de la “invasión de inmigrantes” procedentes de Turquía, al tiempo que apoyaba a las milicias fascistas que se formaron en las fronteras. Estas milicias se reactivaron en los incendios que estallaron en Evros en agosto de 2023, cuando tanto Velopoulos (el líder del partido de extrema derecha “Solución Griega”) como Mitsotakis volvieron a propagar hipótesis conspirativas según las cuales los incendios habían sido provocados por inmigrantes.
En un artículo anterior escribimos que no creemos que haya “ninguna relación directa entre el movimiento de las plazas y las recientes manifestaciones nacionalistas por Macedonia”. Las principales diferencias que identificamos fueron que en el movimiento de las plazas el organismo que se formó sí estaba “constitucionalmente definido como nacional”, pero que “no estaba constituido negativamente hacia l@s no ciudadan@s”. Adicionalmente, notamos que “en el movimiento de las plazas, el auge del nacionalismo no indicaba la ausencia de lucha de clases, sino su derrota, ya que en última instancia prevaleció el discurso fetichizado sobre la deuda y la democracia directa, que transforma el objetivo de satisfacer las necesidades en una propuesta alternativa para una reproducción formalmente diferenciada de las relaciones sociales capitalistas”. Al fin y al cabo, por eso también hubo espacio para la participación activa de tendencias que enfocaban los temas desde una perspectiva proletaria y anticapitalista, algo que ni siquiera podemos imaginar para el nacionalismo de los “manifestaciones macedonias”, ya que en estas manifestaciones la ausencia de lucha de clases y su desplazamiento a una lucha entre naciones fue un hecho dado desde el principio.
Tal y como lo vemos hoy, una formulación más precisa sería que estas movilizaciones no pueden identificarse directamente entre sí, pero están indirectamente vinculadas en términos de la tendencia histórica hacia el fortalecimiento del populismo en la década anterior y el establecimiento de conexiones políticas, inicialmente entre formaciones de extrema derecha y un segmento de la izquierda patriótica. Con el tiempo, se produjo una redefinición de las élites contra las que se enfrentaba el pueblo como sujeto nacional. Inicialmente, se consideraba que las élites estaban compuestas por los “cuadros del PASOK y Nueva Democracia que colaboran con Alemania y traicionan a la patria ante los prestamistas y los bancos”. Sin embargo, después de la “traición de SYRIZA en el referéndum y con el Acuerdo de Prespes”, la definición de las élites se amplió para incluir a la “izquierda nacionalmente traidora de los salones” y a l@s “izquierdistas con bolsillos de derechas”. Con la pandemia y el discurso contra la “corrupción del cuerpo nacional”, también se incluyó a l@s “derechistas”, así como a l@s trabajador@s de la salud de izquierdas que apoyaban las medidas de protección colectiva y fueron acusad@s de ser títeres del Estado y las multinacionales.
De hecho, nos dimos cuenta de que había grupos e individu@s de la izquierda patriótica y del entorno antiautoritario que apoyaban las movilizaciones contra el Acuerdo de Prespes[12] y expresaban un discurso abierto o encubierto a favor de una seguridad fronteriza dura o incluso de la revocación del derecho internacional de l@s refugiad@s[13].
El brote de la pandemia hizo que partes aún más amplias de la izquierda y del entorno antiautoritario convergieran con l@s populistas de extrema derecha. Las élites hostiles se identificaron ahora con mayor precisión en la Organización Mundial de la Salud, el Foro Económico Mundial, la Fundación Bill y Melinda Gates, las grandes multinacionales tecnológicas y farmacéuticas, que idearon los planes para el “golpe global”, como nos informa el documento básico de esta tendencia[14], el Manifiesto Conspiracionista[15].
Tanto el populismo de izquierda como el de derecha malinterpretan las contradicciones y la crisis de acumulación capitalista como un ataque al cuerpo de la nación por parte de l@s parásit@s del capital transnacional. Se supone que la nación sólo se recuperará si recupera el control sobre sus órganos políticos. Ambos pretenden canalizar la ira popular contra l@s banquer@s, que son presentados como la encarnación del capital excedente/”improductivo”. El populismo de derecha apunta además a l@s inmigrantes y refugiad@s como la encarnación del “proletariado sobrante”. L@s populistas de derecha argumentan que excluir a estos grupos permitiría supuestamente que el Estado de Bienestar retornaría a una época mejor, anterior a la crisis, al reducir el “gasto innecesario”. Al mismo tiempo, promueven la nostalgia racista por una época en la que el cuerpo político era étnica y culturalmente homogéneo. Su explotación de la competencia entre proletari@s locales e inmigrantes, junto con la promesa de una mejor posición bajo el sol para l@s locales, les da ventaja sobre sus oponentes populistas de izquierda, ya que esta narrativa encaja perfectamente con la esencia nacionalista del populismo. A medida que l@s populistas de izquierda se dan cuenta de esta carencia y de su incapacidad para atraer a una audiencia potencialmente más amplia, acaban adoptando casi por completo las posturas racistas de l@s populistas de derecha.
Un ejemplo típico es la antigua fracción del Partido de Izquierda (Die Linke) en Alemania en torno a Zara Wagenknecht, que ya en 2016 había expresado posiciones a favor de restringir la inmigración[16]. En un debate con la antigua líder de AfD[17], Frauke Petry, ella fue aún más lejos, criticándole por ser supuestamente demasiado favorable a la entrada de “personas altamente cualificadas procedentes de países más pobres”[18].
Wolfgang Streek, sociólogo de izquierda de la misma tendencia, se ha pronunciado en contra del uso de impuestos para ayudar a inmigrantes y refugiad@s, calificando dicha fiscalidad de “expropiación moralmente coercitiva”, y al mismo tiempo publicó un manifiesto en el que pedía un “nacionalismo responsable” frente al auge del “nacionalismo irresponsable” de la extrema derecha populista. De manera similar, el populista de izquierda francés Jean-Luc Mélenchon se había referido durante su discurso en el Parlamento Europeo en 2016 a “l@s trabajador@s invitad@s que están robando el pan de las mesas de l@s trabajador@s locales”[19]; aunque en los años siguientes abandonó la línea antiinmigración. L@s populistas de izquierda adoptan la ideología de los recursos supuestamente limitados del Estado de Bienestar, y extraen sobre esta base la conclusión de que los “recursos limitados deben distribuirse entre l@s ciudadan@s de la nación”. A partir de ese punto pasan a la línea del “control de la inmigración”, que desemboca en un racismo abierto.
2-NACIONALISMO
El populismo es, por definición, de carácter nacionalista, como hemos demostrado anteriormente[20]. Sin embargo, el nacionalismo no está reservado específicamente a l@s populistas o a l@s fascistas. Desde sus inicios, el marco básico del liberalismo ha sido nacional. La economía política clásica no se limitó a plantear la cuestión de cómo l@s individu@s adquieren riqueza, sino que investigó las condiciones y requisitos para la creación de la riqueza de las naciones (Adam Smith). L@s individu@s y la búsqueda de su propio interés se consideran, en efecto, la fuerza motriz del desarrollo económico, pero esto no significa que el individuo sea un fin en sí mismo. Esto se debe a que es necesario suprimir el individualismo de l@s trabajador@s cuando entra en conflicto con la disciplina de la producción capitalista y los intereses de la nación en su conjunto, es decir, el capital nacional total. Además, el nacionalismo fue la fórmula política básica mediante la cual se logró la hegemonía social de la clase capitalista. Era necesario alejar a las masas del movimiento de clase a través del mito dominante de la nación. En el nivel supranacional, el liberalismo en la Gran Bretaña del siglo XIX estaba ligado al imperialismo, es decir, a la expansión del poder de su capital nacional en el extranjero. La observación de John Stuart Mill de que la Segunda Guerra del Opio apoyó la libertad de comercio es reveladora.
Más específicamente, en lo que respecta al neoliberalismo, contrariamente a lo que afirman much@s nacionalistas de izquierda, no es en absoluto sinónimo de apoyo a la participación en organizaciones transnacionales como la Unión Europea, que limitan la soberanía nacional en aras de imponer la “libre competencia” y el libre movimiento de capitales[21]. Por el contrario, l@s llamad@s neoliberales euroescéptic@s (incluid@s l@s miembr@s fundador@s del partido alemán de extrema derecha AfD, el “Partido de la Libertad” austriaco de extrema derecha, el UKIP británico y la facción euroescéptica de l@s conservador@s británic@s) consideran que la pertenencia a la UE conlleva el riesgo de imponer restricciones a los derechos de propiedad a través de la legislación medioambiental europea; de reforzar las tendencias proteccionistas, como en el caso de la Política Agrícola Común; o incluso de reforzar las políticas socialdemócratas redistributivas, que, según ell@s, se anuncian con referencias a la “convergencia/unificación social” y al aumento de los recursos de los fondos estructurales y regionales de la UE.
Para ell@s, el Estado nacional soberano es mucho más capaz de imponer políticas neoliberales, mientras que el proyecto europeo es inherentemente burocrático, estatista y antiliberal. El primer think tank euroescéptico neoliberal fundado en 1989, llamado “Grupo de Bruges”, afirmaba en sus propósitos y objetivos que “la libertad y la seguridad de Europa dependen de un gobierno fuerte —pero no necesariamente grande— para nuestra defensa y seguridad, y esta fortaleza en nuestra opinión, se preserva mejor mediante el Estado nación independiente y por la promoción de un patriotismo sano y natural que el ciudadano siente hacia el Estado”[22]. Precisamente sobre esta base, l@s euroescéptic@s neoliberales se aliaron con l@s racistas y populistas de extrema derecha. Los productos de esta alianza fueron los partidos populistas-neoliberales de extrema derecha mencionados anteriormente, que se vieron particularmente reforzados tras la crisis financiera de 2008[23]. En Gran Bretaña, el euroescepticismo neoliberal dominó la escena política durante los años anteriores, lo que desembocó en la salida del país de la UE.
Sin embargo, hay que subrayar que la diferencia entre el nacionalismo de l@s neoliberales europeístas y el nacionalismo de l@s neoliberales euroescéptic@s no es importante. En el primer caso, se considera más beneficioso para el capital nacional total participar en formaciones capitalistas transnacionales como la Unión Europea. En el segundo caso, se considera más beneficioso para el capital nacional imponer medidas proteccionistas o abandonar la UE, como en el caso del Brexit. En cualquier caso, ambos se esfuerzan por favorecer al capital nacional total[24]. De hecho, incluso la diferencia antes mencionada a menudo sigue siendo retórica, como en el caso del partido populista de extrema derecha de l@s “Hermanos de Italia” de Meloni, que a pesar de pedir inicialmente la salida de la UE ha abandonado posteriormente este eslogan ya que entraría en conflicto con los intereses del capital nacional. Lo que suele quedar de la versión populista del nacionalismo cuando llega al poder es el racismo sistemático contra l@s proletari@s excedentes no ciudadan@s y, a veces, su exclusión universal; dependiendo de la coyuntura de las necesidades de la acumulación capitalista, como lo demuestran los asesinatos masivos de refugiad@s y migrantes en el Mediterráneo, implementados conjuntamente por Estados nacionales con gobiernos europeístas y populistas en estrecha colaboración con el aparato “transnacional” de control y represión de la inmigración de la UE, como Frontex. En Grecia, tanto los partidos de extrema derecha “Victoria” como “Solución Griega” están descaradamente a favor de que Grecia permanezca en la UE, como lo estuvo “Amanecer Dorado” en el pasado[25].
Por supuesto, esto puede cambiar dependiendo de la situación de los antagonismos imperialistas y del equilibrio de poder entre los Estados-nación. Las guerras nacionales suelen requerir la toma del poder por fuerzas populistas-nacionalistas, mientras que Estados como Estados Unidos y Gran Bretaña tienen poder para abandonar unilateralmente alianzas y tratados transnacionales. En cualquier caso, la lógica neoliberal de competencia liberalizadora también está desatando tendencias centrífugas tanto dentro de formaciones transnacionales como la UE como dentro de los Estados-nación (como en el caso de España con el intento de secesión de Cataluña).
Hemos puesto el foco en la dialéctica ultraderecha/europeísmo para mostrar que, a pesar del clamor de l@s primer@s contra l@s “globalistas”, las acusaciones de “alta traición” por parte de l@s polític@s y de las afirmaciones de imposición de una “dictadura en nombre del virus”[26] cuando la ultraderecha llega al poder, prevalecen los intereses del capital. Así, l@s euroescéptic@s se transforman en europeístas que intentan hacerse con el control de las instituciones europeas y formular un entorno de neoliberalismo económico, combinado con una vuelta a los valores familiares conservadores y una “identidad europea” que se defina frente a la supuesta “amenaza islámica” o, en un escenario más extremo, basada en la “supremacía blanca”.
Creemos que el surgimiento de la nueva corriente posfascista en Grecia forma parte de la dinámica más amplia del ascenso de una forma de neoliberalismo de extrema derecha como línea política dominante dentro de la Unión Europea. Su objetivo es vincular a la clase obrera local con los intereses del capital nacional correspondiente (véase, por ejemplo, el apoyo de la clase obrera británica al Brexit).
3-ELITISMO
“En la crisis capitalista, todas las interpretaciones colectivas del mundo se han derrumbado. L@s pequeñoburgues@s corren como pollos sin cabeza. Se ponen máscaras antigripales para expresar sus almas podridas y esperan a que el Estado les diga qué decir y qué hacer (…) Nada tiene sentido. La disciplina de la mercancía y la violencia bruta del Estado son lo único que mantiene unida a la sociedad griega”.
Autonome Antifa, 17 de marzo de 2020
[Secta de la izquierda griega]
“Un empleado del Foro Económico Mundial interpreta el rol de un dictador todopoderoso y 9 millones de zombis le observan impasibles mientras l@s reduce a cenizas. Cuatro años de pesadilla y ni siquiera una reacción rudimentaria de la chusma mayoritaria en el corredor de la muerte. Cuatro años de aniquilación sistemática y orquestada y todavía se oyen aplausos desde los balcones. Sacrificaron su propia existencia por un trozo de pan. Por un cheque de la seguridad social. Por un pase de mercado (…) Al final, cada un@ tiene lo que se merece”.
The Slaves [Οι Δούλοι], “Anarchocapitalist” (=alt-right) página de facebook, 29 de julio 2022
“Así que (…) siguen escupiendo (…) la ‘inexistencia del movimiento’ supuestamente debido a alguna ‘derrota’ previa, y no al hecho de que millones de masas disciplinadas elijan en última instancia [!!!] sentarse en casa, trabajar, comprar y simplemente sobrevivir. [Énfasis en el original, los signos de exclamación son nuestros]”.
“Asamblea contra el Biopoder y el Confinamiento”, 23 de enero de 2021
Parafraseando ligeramente algo que escribimos hace dos años en el texto “La negación de la realidad y la realidad de la negación”[27], está claro que cuando l@s representantes y partidari@s de la corriente posfascista acusan a quienes reconocen la realidad de las diferentes formas de la crisis capitalista (pandemia, catástrofe climática, etc. ) —y se oponen abiertamente a la gestión estatal/capitalista de estas crisis— de “sumis@s”, “quédense en casa”, “lacay@s de Mitsotakis”, “colaborador@s del Estado”, “obedientes”, y otras calumnias similares, no hacen más que expresar una posición arrogante y elitista, presentándose como la encarnación del “sujeto griego rebelde” o incluso del “sujeto proletario rebelde”. Poco importan las palabras utilizadas, ya que, en ausencia de una revuelta proletaria, el “movimiento” al que se refieren y en el que participan constituye en realidad la concentración de los elementos más reaccionarios a favor de la nación y de la libertad individual de la mercancía y del capital, y en contra de los “elementos foráneos” que están infectando el cuerpo individual y nacional. Al mismo tiempo, detrás de la denuncia de las “poblaciones sumisas”, se puede discernir fácilmente el desprecio por la clase obrera y sus necesidades, independientemente del seudónimo que se utilice: “pequeñoburgués”, “chusma”, “masas disciplinadas”, “esclav@s” o “zombis”.
Puede parecer contradictorio que las dimensiones de la base teórica e histórica de la nueva corriente de extrema derecha incluyan tanto el populismo como el elitismo. Sin embargo, esta contradicción se atenúa si consideramos que el elitismo en el fascismo histórico no se dirigía contra todo sentido de un sujeto colectivo, en este caso el Pueblo, sino contra las masas que se consideraba que habían caído en la decadencia. Para el fascismo histórico, las masas, es decir, la clase obrera, deben ser nacionalizadas y reunidas con sus amos, para formar la Volksgemeinschaft bajo la bota de hierro de sus líderes carismátic@s. Una colectividad superior se opone a las masas decadentes. Una lógica similar se aplica dentro de la corriente posfascista, incluso cuando esta colectividad superior que participa en las movilizaciones reaccionarias no se denomina “Pueblo Orgulloso”, sino bajo el seudónimo de “clase obrera”, “juventud obrera” (recordemos el eslogan “Larga vida a EPAL” reproducido por el grupo “Autonome Antifa” a favor de la “juventud obrera” fascista que atacó a miembr@s de las juventudes del Partido Comunista en escuelas secundarias de Tesalónica allá por 2021), y así sucesivamente.
4-INDIVIDUALISMO
El discurso en torno a la “autodeterminación individual” y, más aún, el discurso en torno a la “autonomía del cuerpo” se suelen considerar parte de la tradición democrática liberal, o incluso como una expresión de resistencia justificada contra la intervención del Estado en los asuntos de las personas, una forma de antiestatismo. Parece paradójico que este discurso fuera dominante en el reaccionario bloque posfascista, especialmente durante el auge del movimiento que negaba la pandemia y las vacunas. Parece aún más paradójico en la medida en que el fascismo se asocia típicamente con la obliteración del individuo frente al Estado
Sin embargo, esta contradicción ostensible caracteriza tanto al fascismo histórico como a las tendencias posfascistas contemporáneas. Como señala Ishay Landa, la noción de personalidad única era un principio sagrado para la mayoría de l@s fascistas (Hitler, Pirandello, etc.) frente al individuo abstracto, un mero número que se mueve rápido como un rebaño hacia las urnas. Así, el liberalismo fue atacado en nombre del genuino individualismo y la democracia fue identificada con la pérdida de la individualidad, convirtiéndose en uno de los “ganados de voto”, como decía despectivamente Nietzsche. Aquell@s que enarbolaban la bandera del individuo contra las masas encontraron así su camino de forma casi natural hacia el campo fascista[28]. Ideólogos nazis como Alfred Baeumler y Martin Heidegger criticaron la democracia parlamentaria como expresión de un pseudoindividualismo, en el que la personalidad abandona toda autoafirmación y determinación. Contra la falsa comunidad, que no es más que una agregación de meros números —una masa, como la llamaban peyorativamente— oponían la Volksgemeinschaft como vínculo significativo y genuino entre individu@s reales. “’¡Nosotr@s!’ —así habla también alguna multitud anónima—. ‘Nosotr@s’ —así grita también alguna masa rebelde, así se jacta también el club de bolos—. ‘Nosotr@s’ —así conspira también una banda de bandid@s— (…) El ‘nosotr@s’, (…) incluso en el sentido de la genuina comunidad, no tiene prioridad simple e incondicionalmente (…) Hay cosas que son esenciales y decisivas para una comunidad, y precisamente estas cosas no surgen en la comunidad, sino en la fuerza autocontrolada y la soledad de un individuo”[29].
De manera similar, aunque careciendo de una justificación filosófica tan sofisticada, la corriente posfascista combina el individualismo extremo de l@s libertari@s —que priorizan la seguridad y la libertad de la propiedad privada y la actividad económica— con un llamamiento a un Estado fuerte que proteja tanto la propiedad privada en particular como las fronteras y los intereses del capital nacional, es decir, la propiedad capitalista nacional/colectiva, en general. La demanda de “autonomía corporal” que expresan debe entenderse, por tanto, como una demanda de defensa de la propiedad privada. Es precisamente en este contexto que el eslogan feminista “mi cuerpo, mi elección” fue distorsionado y apropiado, incluso en relación con el uso de mascarillas o el funcionamiento normal de las empresas capitalistas durante el período de cientos de miles de muertes en los EE.UU. debido a la pandemia (“mi cuerpo, mi elección de trabajar”).
Se ha señalado correctamente que esta protesta es idéntica en su contenido a la reivindicación del “derecho al trabajo” de l@s rompehuelgas, que anteponen su propio interés a cualquier noción de solidaridad obrera. Más allá del contexto pandémico, la extrema derecha racista estadounidense también se apropió de eslóganes similares contra la inmigración (“mis fronteras, mi elección” y “no, es no”). Desafortunadamente, esto fue posible porque los derechos individuales se sitúan inherentemente en el horizonte de la atomización y la separación capitalistas. Dado que no van más allá de este horizonte, pueden adquirir diferentes significados dependiendo de los objetivos de quienes l@s invocan. Obviamente, la lucha radical del movimiento feminista contra la apropiación del cuerpo de las mujeres por los hombres y el Estado —incluso si la afirmación del control de las mujeres sobre sus cuerpos no resuelve de forma concluyente el problema de las relaciones de dominación masculina y capitalista— no tiene nada en común con las movilizaciones posfascistas, que se caracterizan por una total falta de solidaridad social y de clase. Para ellas, sólo l@s fuertes, san@s y las personas físicamente apt@s son consideradas dignas de vivir.
Cabe señalar aquí que, desde otro punto de vista, los elementos constitutivos del posfascismo no son fundamentalmente diferentes de los que definen el neoliberalismo, sino que más bien representan su radicalización. Aparte del ejemplo obvio del Chile de Pinochet, el thatcherismo en el Reino Unido fue una ideología y una práctica de derecha que combinó el discurso antiestatista —a través de los recortes del Estado de Bienestar, la erosión de la legislación laboral y la desregulación de las relaciones laborales— con el endurecimiento del derecho penal y la policía, una apelación ideológica a la “ley y el orden” como principios fundamentales de la organización social y el uso del racismo racial y social contra el proletariado sobrante.
A partir de los años 1990, con el ascenso al poder de gobiernos socialdemócratas, surgió una versión social-liberal del neoliberalismo, que se presentaba como más progresista por su mayor tolerancia hacia las prácticas y culturas minoritarias y la concesión de derechos a las minorías, sin negar ninguno de los otros elementos que hemos descrito (la llamada “Tercera Vía”). De este modo, el conflicto político entre la derecha y la izquierda se ha trasladado casi por completo a la esfera cultural, centrándose en cuestiones de reconocimiento de la diversidad y los derechos de las minorías y las mujeres, iniciando el período de las llamadas “guerras culturales”. Incluso cuando el Estado neoliberal muestra una mayor tolerancia hacia las identidades y prácticas minoritarias, esto sólo se aplica a la parte de la población integrada en la producción y el consumo capitalistas. Sigue siendo duramente disciplinario con el proletariado excedente, en particular con l@s refugiad@s/inmigrantes, especialmente en lo que respecta a su acceso a servicios de bienestar como la salud y la educación. A nivel ideológico, el posfascismo reemplaza la ideología de la “igualdad de oportunidades” y la “movilidad social” del neoliberalismo de la “Tercera Vía” por el nacionalismo, el racismo, la invocación de la familia, los valores tradicionales y la competencia.
Foucault, neoliberalismo y… posfacismo
El hecho de que l@s “antiautoritari@s” que invocan a Foucault coexistieran, colaboraran y acabaran asimilándose a la corriente posfascista no debería sorprendernos, dado el carácter neoliberal del posfascismo. Aclaramos de inmediato nuestra posición: en primer lugar, para Foucault, el neoliberalismo es el: “(…) tema-programa de una sociedad en la que hay una optimización de los sistemas de diferencia… en la que se tolera a l@s individu@s y las prácticas minoritarias, en la que se actúa sobre las reglas del juego en lugar de sobre l@s jugador@s y, finalmente, en la que hay una intervención de tipo medioambiental en lugar de una subyugación interna de l@s individu@s”[30]. Este programa se contraponía a la relación existente hasta entonces entre el Estado y la población que, según Foucault, funcionaba esencialmente en forma de pacto de seguridad: “así como el Estado garantiza la ‘seguridad’, también interviene en cualquier momento que la ‘trama de la vida cotidiana’ [trame de la vie quotidienne] es perforada por acontecimientos imprevisibles, lo que equivale a una ‘solicitud omnipresente’”[31]. El poder de esta “sociedad de seguros” es más hábil y refinado que el de los Estados totalitarios, y por ello, según Foucault, debemos dejar de lado las viejas luchas contra el nacionalismo y el fascismo y tomar como punto de partida “la relación angustiosa que la gente tiene con estos mecanismos de seguridad”, es decir, con los “mecanismos de seguridad social, que vigilan a la gente día tras día”[32].
Esta es precisamente la base sobre la que Foucault apoya el “impuesto negativo sobre la renta”, es decir, el “ingreso mínimo garantizado” y, más en general, el neoliberalismo per se. Como escribe, de este modo la población será asistida: “de un modo muy liberal y mucho menos burocrático y disciplinario de lo que lo es por un sistema focalizado en el pleno empleo que utiliza mecanismos como los de la seguridad social”[33]. Sin embargo, no se detuvo ahí. Como señaló en un panel de discusión en la Universidad de París 8 el 23 de marzo de 1979: en las condiciones de la crisis del petróleo de los años ‘70 “el Estado (…) ya no puede ser un Estado de Bienestar”[34]. En una entrevista de 1983 con Robert Bono, secretario general de la federación sindical CFDT (que más tarde apoyó las medidas neoliberales), éste afirmó que las garantías sociales existentes ya no son viables por dos razones: en primer lugar, porque han alcanzado los límites económicos fijados por la “racionalidad de las sociedades modernas”; en segundo lugar, y más importante, porque este sistema está obsoleto debido, por un lado, a su creciente “rigidez” y, por otro, al “crecimiento de la dependencia” de la población[35]. Ciertamente, también señalaba que no era partidario de un liberalismo salvaje que diera cobertura sólo a l@s que tuvieran medios y dejara al resto completamente desprotegido, sino que sugería una asociación del concepto de seguridad con “relaciones más diversas y más flexibles con un@ mism@ y con su entorno”, de modo que el individuo dejara de ser un sujeto en el sentido de sujeción, mediante la transformación del “campo de las instituciones sociales en un vasto campo experimental”. Por supuesto, el contenido de clase de estos “experimentos” neoliberales no tardó en hacerse evidente.
Se podría defender a Foucault argumentando que las posiciones antes mencionadas son simplemente el producto de un error de apreciación del contenido de las medidas neoliberales, que a pesar de su tolerancia con las “prácticas minoritarias” han seguido siendo estrictamente disciplinarias con l@s proletari@s excedentes. Sin embargo, esta defensa queda anulada por la crítica de Foucault al derecho colectivo a la salud y al bienestar, que también había sido atacado por l@s principales ideólog@s neoliberales, como Hayek, por considerarlo “totalitario en el sentido más pleno de la palabra”[36]. Foucault sostiene en la misma entrevista con Bono que no es posible “establecer objetivamente un umbral teórico, práctico, válido para tod@s, sobre la base del cual se pueda decir que las necesidades de salud están entera y definitivamente satisfechas”.
Como remarcó, “la buena salud no se deriva de un ‘derecho’ (…) la cuestión (…) de si la sociedad debe intentar satisfacer por medios colectivos la necesidad de salud de l@s individu@s (…) no puede responderse positivamente”, porque “es imposible permitir que los gastos de salud aumenten al ritmo que se ha visto en los últimos años”. En su opinión, “habrá que decidir qué enfermedades, qué tipo de sufrimientos, dejarán de recibir cobertura; un punto en el que, en ciertos casos, se pondrá en riesgo la vida misma”, dado que en materia de salud “se entra en un orden de valores que da lugar a una demanda absoluta, infinita. El problema que se plantea es, por tanto, el de la relación entre una demanda infinita y un sistema finito”[37].
En un momento dado, cuando Bono intuye las implicaciones socialdarwinistas de este enfoque de la clasificación de enfermedades y pacientes, se pregunta si esto significa que “¿estamos volviendo a lo mismo contra lo que ha luchado la seguridad social, es decir, a una cierta forma de eliminar a l@s individu@s biológicamente más débiles? ¿Debemos permitir la victoria del eslogan ‘Debemos elegir; elijamos al más fuerte’?”. La respuesta de Foucault es la siguiente: “Tales elecciones se hacen todo el tiempo, aunque no se admita. Se hacen en la lógica de una cierta racionalidad y luego se justifican de varias maneras”[38]. Cuando se pone más específico, la lógica socialdarwinista de su concepción neoliberal se vuelve aún más aborrecible: “Tal vez estemos en un período en el que empieza a ser posible tomar al toro por los cuernos y avanzar hacia una menor cobertura de los riesgos ligados al alcoholismo”[39].
Lo que es importante señalar aquí es que el giro de Foucault hacia el apoyo abierto a los recortes neoliberales, a la ideología neoliberal de los límites económicos en la prestación de servicios de salud y, en última instancia, al darwinismo social, proviene del lado del movimiento posterior al ‘68 que se centró en criticar el poder jerárquico y el autoritarismo, y priorizó la libertad sobre la seguridad. Como reflexionó en la misma entrevista: “¿No deberíamos más bien intentar pensar todo un sistema de cobertura social [el neoliberal] que tenga en cuenta esta demanda de autonomía, para que estos efectos de dependencia [del Estado de Bienestar] desaparezcan casi por completo?”. Claramente, esta dicotomía entre libertad y seguridad, en la que l@s darwinistas sociales contemporáne@s, como la “Asamblea contra el Biopoder y el Confinamiento”, basan toda su política, es una expresión ideológica de la separación social capitalista, particularmente en su forma neoliberal.
El concepto burgués de seguridad, como es bien sabido, se refiere a salvaguardar la propiedad del individuo egoísta y a protegerlo de las intrusiones de l@s competidor@s. Este concepto pertenece a la defensa de los intereses privados capitalistas y es, por definición, la antítesis de la solidaridad de clase, que puede expresarse, por ejemplo, a través de medidas de precaución durante una pandemia o mediante el cuidado de personas con mala salud. El hecho de que algun@s foucaultian@s neófit@s equiparen tales expresiones de solidaridad de clase con la seguridad no hace sino confirmar su afán por demostrar, asegurar y, sobre todo, justificar su propiedad privada y su individualidad egoísta. Además, el concepto burgués de seguridad no es el mismo que el de seguridad social (pensiones, subsidios por desempleo y discapacidad, pagos por licencias médicas, asistencia de salud, etc.), que Foucault y sus seguidor@s neófit@s critican. La seguridad social surgió como resultado de las luchas proletarias y se refiere a la satisfacción colectiva de algunas necesidades básicas (aunque l@s proletari@s no superan la condición reificada de la mercancía fuerza de trabajo). Se concedió en respuesta a la amenaza de revolución para mantener la paz social.
La seguridad social no es idéntica a lo que Foucault denominó biopolítica, como sugieren las ideologías funcionalistas, es decir, la adaptación de la acumulación de personas a la acumulación de capital mediante la política demográfica, el control de la población, la salud pública, etc., que, por definición, ejerce el Estado (aunque la definición de poder de Foucault lo niegue), aunque éste siga siendo su aspecto dominante. Las demandas de l@s capitalistas chocan constantemente con las demandas de la clase trabajadora en el ámbito de la seguridad social (es decir, el salario social), tanto en términos de cantidad (económica) como de calidad (la forma y el contenido de los beneficios, los servicios y los propios conceptos de salud y vida). La reproducción de las relaciones sociales capitalistas, incluida la fuerza de trabajo, es un proceso de lucha de clases, aunque, por supuesto, el capital sigue siendo dominante hasta la revolución social y la transformación comunista de las relaciones sociales.
El hecho de que el concepto de “salud pública” sea una abstracción que oculta la división de clases de la sociedad y la naturaleza biopolítica del Estado de Bienestar, es utilizado por l@s neófit@s seguidor@s de Foucault para socavar la propia reivindicación de la “salud y el bienestar de la clase trabajadora”. Atacan los propios conceptos de solidaridad social y de clase, burlándose de ellos como “filantropías remotas” y reduciéndolos a “no respirar en la cara de alguien”. El cuidado de quienes nos rodean se equipara con el “cumplimiento de los mandatos del Estado”, justificando el sectarismo extremo y el individualismo durante la pandemia, mientras que la crítica a la ciencia capitalista se ha distorsionado y convertido en un arma para justificar la negación de la gravedad de la pandemia y la necesidad de medidas colectivas de protección en los lugares de trabajo y entre los del propio movimiento antagonista[40]. De este modo, se nos conduce casi sin esfuerzo a la siguiente dimensión fundamental de la corriente posfascista: el darwinismo social.
5- DARWINISMO SOCIAL/IDEOLOGÍA DE LA MUERTE
El darwinismo social es una ideología surgida a finales del siglo XIX que distorsiona la teoría de la selección natural de Darwin, que postula que los organismos mejor adaptados a su entorno sobreviven (“supervivencia del más apto”). El darwinismo social traslada este concepto del ámbito de la biología al de la sociedad y la economía. L@s darwinistas sociales creen que la riqueza y el poder de l@s más poderos@s deberían aumentar, mientras que la riqueza y el poder de l@s menos poderos@s deberían disminuir. Un ejemplo típico de esto es la posición expresada en una revista alemana de “curación natural” de 1893, en la que se afirmaba que las epidemias son un “fenómeno natural” que cumple la útil función de la selección natural al eliminar a l@s “cobardes, débiles o libertin@s de las clases altas” y en el resto de la población sólo mata a “personas que ya tenían la muerte sentada a sus espaldas, o que se enfrentaban a una pobreza y enfermedad inevitables, incurables y persistentes, y entre las cuales much@s deben considerar ciertamente la muerte como una liberación del mal”[41].
El darwinismo social encontró partidari@s tanto entre l@s defensor@s liberales del capitalismo del laissez-faire, que lo veían como una justificación de la idea de que la competencia entre individu@s y empresas es la forma óptima de asignar los recursos, como entre l@s racistas y nacionalistas, que se centraban en preservar la pureza de la “raza superior y más fuerte”, que creían que corría el riesgo de degradarse y contaminarse a través de los matrimonios mixtos raciales, especialmente con l@s judí@s. El desarrollo de este segundo tipo de darwinismo social en Alemania puede explicarse por el hecho de que la investigación biológica y médica en Alemania se realizaba en el interior de instituciones universitarias bajo el patrocinio y control del Estado, a diferencia de Gran Bretaña, donde destacad@s científic@s como Darwin, Wallace y Spencer, entre otr@s, llevaban a cabo sus investigaciones de forma privada e independiente de las instituciones universitarias. Esta disposición en Alemania vinculaba directamente la producción científica a cuestiones de política nacional y la ideología nacionalista correspondiente. Como escribe Paul Weindling en su libro clásico sobre salud y raza en Alemania: “En la década de 1890, el darwinismo reflejaba el paso del individualismo a las ideologías corporativas, enfatizando la unidad orgánica en oposición a la lucha de clases y la aptitud de las poblaciones nacionales. Hubo intentos de hacer del darwinismo la base de la política nacional (…) Había una creciente preocupación en el Estado por la degeneración de la población como resultado de la industrialización (…) La base social de la biología alemana residía en las universidades y entre las familias ansiosas por ganar un estatus académico; su base ideológica se encontraba en una tradición organicista distintiva y en la agitación por la unificación nacional (…) L@s darwinistas aleman@s desarrollaron temas historicistas y organicistas, empleando el término ‘morfología’ de Goethe y el concepto pietista de Organismus, y enorgulleciéndose de una tradición científica radical que se remontaba a Paracelso como curandero popular y a la tradición de la Reforma del misticismo de la naturaleza”[42].
A principios del siglo XX, el darwinismo social y el antisemitismo se fusionaron en las disciplinas pseudocientíficas de la eugenesia y la higiene racial. L@s defensor@s de este movimiento condenaban la creciente industrialización y urbanización del mundo moderno como desarrollos patológicos. Atacaban el progreso médico y la medicina convencional, considerándolos parte de este mundo moderno y artificial. La medicina convencional, argumentaban, contradecía la noción darwiniana de “selección natural”, que según ell@s se reflejaba en el declive de las tasas de natalidad, menos matrimonios, el aumento de los partos por cesárea y la supuesta falta de aptitud militar entre l@s jóvenes. Se puede reconocer aquí la identificación con las formas contemporáneas de “crítica” reaccionaria de la ciencia y la tecnología, ya sea desde la izquierda o desde la derecha. La naturaleza se enfrenta a la ciencia y la tecnología, mientras que esta “crítica” se apropia paradójicamente de los descubrimientos científicos de forma distorsionada.
En cualquier caso, el punto clave para interpretar y criticar el darwinismo social es su apelación a la naturaleza, a la jerarquía natural y al “estado natural de las cosas”, que consideraba amenazado por elementos extraños dañinos. El darwinismo social estuvo estrechamente vinculado al movimiento antivacunación alemán. L@s populistas protofascistas en Alemania, como l@s miembr@s del “Partido Popular Antisemita” (fundado en 1890), y más tarde l@s nazis, se oponían firmemente a la vacunación obligatoria. Creían que debilitaba las defensas naturales del cuerpo, que, en su opinión, eran esenciales para distinguir a l@s fuertes de l@s débiles mediante la selección natural. Además, veían la introducción de “sustancias extrañas” en el cuerpo como una contaminación de la “sangre pura”, argumentando que al ecualizar los mecanismos de defensa naturales, también se socavaba la superioridad de la “raza aria”[43]. L@s antivacunas luchaban principalmente contra las enfermedades (reales o imaginarias) y el sufrimiento causado por la “civilización” y, por lo tanto, abogaban por el retorno a la naturaleza. La “medicina” naturopática se promovía como una alternativa libre de civilización a la medicina convencional, y los estilos de vida vegetarianos y abstinentes se apoyaban como expresión de una “postura reformista de la vida” coherente. Sin embargo, tanto el movimiento antivacunación como el de la Lebensreform [reforma de la vida][44] tenían sus raíces en una visión negativa de la medicina científica convencional, que se consideraba “influenciada por l@s judí@s”. Esta fue la base del posterior llamado a la “germanización de la medicina”.
Aproximadamente un siglo después, el estallido de la pandemia de COVID sacó a la superficie una mezcla ideológica similar de darwinismo social dentro del movimiento reaccionario de negacionismo de la pandemia y de las vacunas que emergió. Como escribimos hace dos años, la extrema derecha posfascista apoyaba “la reapertura total de la economía y la reanudación del proceso productivo a toda costa”, al tiempo que adoptaba con entusiasmo “narrativas de la inmunidad de rebaño”. Junto a ell@s estaban l@s libertari@s “cuya preocupación obsesiva es precisamente la defensa incondicional de la propiedad privada y del individuo frente a cualquier noción de interés colectivo y/o de bien común”, así como un “variopinto grupo de fanátic@s de Q-Anon, homeópatas con afinidad hacia el misticismo o antirracionalistas con sensibilidad espiritual, se juntaron a manifestarse contra las medidas estatales, las mascarillas y las vacunas, encontrando una oportunidad para difundir sus supersticiones de la nueva era, vender recetas de ‘curación’ alternativas y promover tonterías astrológicas”[45].
Discernimos que la convergencia de las categorías de misántrop@s mencionadas no es accidental, aunque no analizamos la naturaleza precisa del hilo que las conecta dentro de la misma corriente posfascista, algo que intentamos hacer aquí. En ese texto, abogábamos por distinguir el segmento del movimiento negacionista de la pandemia que procedía de la izquierda y del entorno antiautoritario, y advertíamos contra su equiparación con la extrema derecha, a pesar de que compartían posiciones. Estábamos equivocad@s, como se ha hecho evidente por las declaraciones públicas de una parte significativa de esta multitud en los últimos dos años, su colaboración abierta o encubierta con grupos y figuras de extrema derecha, y su presencia en lugares activistas. Simplemente citaremos algunos pasajes que revelan hasta qué punto el darwinismo social ha calado en estos círculos:
“La edad promedio de los casos terminales —incluso con la colosal sobreestimación— era de unos 78 años, mientras que la esperanza de vida en nuestras sociedades es de 80 años. En otras palabras, se podría decir que quienes murieron eran más o menos l@s que se habría esperado que murieran por otras causas. Estas cifras no han sido cuestionadas ni revisadas en ningún momento hasta ahora. Según todos los indicios, se trataba de una gripe moderadamente grave, y su gravedad disminuyó bruscamente a medida que el virus se propagaba y mutaba (lo que es evidente hoy en día). Entonces, ¿por qué tanto pánico?”[46]
“Los efectos secundarios [de las vacunas] afectan a jóvenes que no correrían un riesgo significativo de contraer el coronavirus, y cuya pérdida de esperanza de vida es abrumadoramente mayor que la causada por la muerte de ancian@s que se acercan al final de su esperanza de vida”[47].
“Así que, al mismo tiempo, la prestigiosa Johns Hopkins (una de las mecas de l@s adorador@s de las vacunas en todo el mundo) se adelanta y confirma lo que, para nosotr@s, l@s no expert@s, es simple sentido común: que la inmunidad natural es más fuerte que la artificial”[48].
“E incluso si contraemos el virus, deberíamos usarlo, como cualquier otra enfermedad, como un medio para exigir, por ejemplo, vacaciones, menos trabajo, salarios más altos, mayor gasto en salud, no deberíamos enfrentarlo de forma fóbica e individualista; deberíamos confrontarlo como un arma colectiva”[49].
“Generalmente, cada 30 o 40 años aparece una nueva cepa de una infección respiratoria que, durante un corto periodo, mata a mucha gente hasta que sigue el curso habitual de las infecciones respiratorias que mutan rápidamente y se vuelve relativamente más leve (…) No hay mucho que hacer: se refuerzan los hospitales, se subvenciona la investigación sobre protocolos de tratamiento y medicamentos, las personas vulnerables toman precauciones, l@s hipocondríac@s se quedan en casa, los cuarentenari@s se quejan de que ‘no hay Estado’, y el resto de nosotr@s —la inmensa mayoría de la humanidad— seguimos con nuestra vida”[50].
“La libertad de la que hablamos es la libertad del todo Si se reconoce la libertad (tanto individual como colectiva) como el bien supremo, en lugar de forzar a todo el mundo a hacer cuarentena, se deduce que redunda en interés del TODO no imponer medidas obligatorias, aunque ello suponga que una pequeña minoría de ancian@s pueda morir uno o dos años antes de lo previsto. Esta pequeña minoría debe sacrificarse POR EL BIEN DEL TODO, para evitar un deslizamiento hacia la distopía (…) Para quienes consideramos la libertad, el placer y la calidad de vida como bienes supremos, el interés del todo es que haya la mayor libertad posible de movimiento y elección para tod@s y cada un@ de l@s individu@s, aunque ello signifique que algunas personas mayores puedan morir dos o tres años antes de lo previsto (y, en mi opinión, aunque ello signifique que nueve décimas partes de la población tengan que morir)”[51].
“Occidente acabó abrazando una existencia crepuscular y prolongando indefinidamente los estados de l@s muert@s vivientes —pacientes de por vida, individu@s inmunodeprimid@s en remisión de un cáncer y a la espera de la próxima enfermedad, pacientes comatosos en estado vegetativo, agonías interminables— para mayor felicidad de la profesión médica, que expande aún más su poder soberano”[52].
Como se desprende de los pasajes anteriores, la antítesis entre la libertad individual y lo que llaman seguridad es recurrente en el discurso del ala izquierda de la corriente posfascista, llegando incluso al punto de idealizar la muerte. En el contexto de esta ideología de la muerte, hemos visto incluso la construcción de mártires heroizados por su decisión individual de no vacunarse.
Una de las versiones más vulgares de esta ideología de la muerte se encuentra en las posiciones expresadas en el último número de la revista “TPTG”. Copiamos un pasaje indicativo: “Otra dimensión de este irracionalismo, que tomó la forma de la racionalidad del control de la naturaleza, fue el intento de negar la realidad de la muerte, algo que Ivan Illich ya había abordado en los años setenta cuando se refirió a la medicalización de la sociedad. La negación de la realidad [de la muerte], sin embargo, se agravó hasta tal punto durante la pandemia que incluso la muerte de personas muy ancianas con enfermedades subyacentes —algo que no había preocupado especialmente a nadie hasta hace poco— se convirtió en un escándalo, ¡un escándalo que requirió medidas que resultaron en pérdidas aún mayores!”[53]. [el énfasis es nuestro]
Para hacer la vergüenza de estas posiciones aún más vergonzosa, copiaremos un pasaje más largo del libro de Illich que ell@s citan: “La medicalización constituye un prolífico programa burocrático basado en la negación de la necesidad de cada ser humano de enfrentarse al dolor, la enfermedad y la muerte. La empresa médica moderna representa un esfuerzo por hacer por la gente lo que su herencia genética y cultural antes les permitía hacer por sí mismos. La civilización médica está planificada y organizada para matar el dolor, eliminar la enfermedad y abolir la necesidad de un arte de sufrir y de morir. Este aplanamiento progresivo del rendimiento personal y virtuoso constituye un nuevo objetivo que nunca antes había sido una directriz para la vida social. Sufrir, curar y morir, que son actividades esencialmente intransitivas que la cultura enseñó a cada ser humano, son ahora reivindicadas por la tecnocracia como nuevas áreas de elaboración de políticas y son tratadas como disfunciones de las que las poblaciones deben ser aliviadas institucionalmente. Los objetivos de la civilización médica metropolitana se oponen así a todos y cada uno de los programas culturales de salud que encuentran en el proceso de colonización progresiva”[54]. Aunque afirman falsamente que las medidas sanitarias causaron mayores pérdidas, una cosa está clara: para TPTG y l@s de su calaña, la muerte de ancian@s con enfermedades subyacentes se considera un evento sin importancia social. Por el contrario, como ilustra la cita de Illich que citan en apoyo de sus puntos de vista, los humanos deben aceptar el dolor, la enfermedad y la muerte, ya que su “herencia genética y cultural”, después de todo, supuestamente les ha enseñado…[55]
Merece la pena resumir aquí la excelente crítica que ofrece Marcuse en su obra Eros y civilización contra la ideología de la muerte y sus defensor@s, ya sean cristian@s, como Illich, o (pos)fascistas. Según Marcuse, el argumento de que la muerte es un hecho innegable y posiblemente una necesidad última no significa que debamos aceptarla. Al contrario, la energía humana debería canalizarse para afrontarla. Quienes mueren cuando su muerte podría haberse evitado, en medio del sufrimiento, son la gran acusación de la civilización y ponen de relieve la culpa irredimible de la humanidad. Las instituciones y los valores sociales sirven para mitigar la culpa colectiva asociada a estas muertes. En este contexto, la teología y la filosofía exaltan la muerte como categoría existencial, pervirtiendo un hecho biológico en una esencia ontológica. En la civilización capitalista represiva, la propia muerte se convierte en un instrumento de represión. Tanto si se glorifica la muerte como si se acepta como destino, la forma en que las sociedades enseñan a las personas a consentirla introduce en la vida misma un elemento de rendición y sumisión. Así, según Marcuse, la búsqueda de la utopía se ve socavada[56].
En su texto La ideología de la muerte, donde analiza el tema más a fondo, Marcuse señala: “el hombre sólo es libre si ha conquistado su muerte; si es capaz de determinar su morir como el fin autoelegido de su vivir; si su muerte está interna y externamente unida a su vida en el medio de la libertad. Mientras no sea así, la muerte sigue siendo mera naturaleza, un límite no conquistado para toda vida que es más que mera vida orgánica, mera vida animal. El poeta puede rezar: Oh Herr, gib jedem seinen eignen Tod. La plegaria carece de sentido mientras la vida del hombre no sea la suya propia, sino una cadena de actuaciones preestablecidas y socialmente exigidas en el trabajo y en el ocio. En estas circunstancias, la exhortación a hacer ‘propia’ la muerte apenas es más que una prematura reconciliación con fuerzas naturales indomables. Un hecho biológico bruto, impregnado de dolor, horror y desesperación, se transforma en un privilegio existencial. Desde el principio hasta el final, la filosofía ha exhibido este extraño masoquismo y sadismo, pues la exaltación de la propia muerte implicaba la exaltación de la muerte de l@s otr@s”[57].
6-IRRACIONALISMO (APELACIÓN AL “ORDEN NATURAL DE LAS COSAS”, CONSPIRACIONISMO)
Para definir lo que significa irracionalismo, primero debemos definir lo que es una teoría verdaderamente racional de la sociedad. A este respecto, nos basaremos una vez más en Marcuse, quien ha abordado esta cuestión con una perspicacia y profundidad excepcionales en su texto “La lucha contra el liberalismo en la visión totalitaria del Estado”[58]. Según el punto de vista de Marcuse, se juzga que una teoría es verdaderamente racional cuando la práctica que se deriva de ella está sujeta a la idea de razón autónoma, es decir, a la capacidad humana de comprender la verdad, lo bueno y lo correcto a través del pensamiento. Toda acción, todo fin y toda organización social en su conjunto deben tener una justificación racional. Un hecho o un fin no se aceptan por su mera existencia. Sólo se aceptan cuando el conocimiento determina libremente que están de acuerdo con la razón. Por lo tanto, la teoría (verdaderamente) racional de la sociedad es esencialmente crítica, sometiendo a la sociedad a la idea de crítica teórica y práctica, tanto positiva como negativa.
La crítica tiene dos directrices: en primer lugar, la situación dada de los seres humanos como organismos racionales, es decir, como organismos que tienen la capacidad de determinar y configurar libremente su existencia, guiados por el proceso de conocimiento y en relación con su felicidad mundana. En segundo lugar, el nivel dado de desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones productivas que indica las potencialidades que pueden realizarse en un momento dado de autoorganización racional de la sociedad. La “autonomía de la razón” no significa que la razón se postule como fundamento absoluto o esencia de lo que es. Más bien, en la medida en que la razón se considera la razón de individu@s concret@s en su situación social concreta, las condiciones “materiales” de dicha situación entran en las condiciones de la práctica racional requerida. Pero estas condiciones deben ser comprendidas racionalmente y transformadas sobre la base de esta comprensión. En otras palabras, la razón no es algo que exista por encima de las personas concretas y opere a sus espaldas. Las personas concretas que participan en relaciones sociales específicas tienen que comprender su situación a través de la razón para poder cambiarla en la dirección de su felicidad. La autonomía de la razón es una situación en la que todo está sujeto a la crítica racional, y nada se acepta simplemente como es, sobre la base de su supuesta santidad.
Naturalismo
Por el contrario, la teoría irracional de la sociedad sitúa los llamados datos irracionales[59] (“naturaleza”, “sangre y suelo”, “nacionalidad”, etc.) por encima de la “autonomía de la razón” como sus límites de principio (y no meramente de hecho, porque en un momento dado todos los datos son, por ejemplo, desconocidos) y la razón es y sigue siendo causal, funcional y orgánicamente dependiente de ellos. Colocar a la razón y a los seres humanos como organismos racionales al servicio de los datos irracionales aniquila por completo su poder y eficacia, ya que los datos irracionales se vuelven normativos y la razón se coloca bajo la heteronomía de lo irracional. La teoría irracional es acrítica, esencialmente antimaterialista, ya que necesariamente desprecia la felicidad mundana, que sólo puede realizarse mediante una organización racional de la sociedad. Idealiza éticamente el sacrificio.
Al igual que en el caso del nacionalismo y el individualismo, ya analizados, el contraste entre el liberalismo y el fascismo en la cuestión de la racionalidad es sólo aparente. La racionalización que el liberalismo proclama e implementa para garantizar la mayor eficiencia y estabilidad económicas posibles es privada. Se supone que la racionalidad de la práctica liberal se demostrará en su conjunto a través de la asignación óptima de recursos por parte del mercado, pero el conjunto en sí queda fuera del ámbito de la racionalización. Se supone que la armonización del interés general y privado se logrará por sí misma gracias al curso ininterrumpido de la práctica privada dentro del mercado. Por lo tanto, queda inherentemente excluida de la crítica y ya no implica la organización racional de la práctica.
Esta privatización de la razón, como la llama Marcuse, quiere decir que la construcción racional de la sociedad no supone la determinación de sus fines, que en este caso es la acumulación perpetua de capital. Como en el irracionalismo fascista, la razón se pone al servicio de un fin que funciona normativamente. No determina racionalmente la “generalidad” (de la acumulación capitalista) en la que se supone que se realiza la “felicidad” del individuo (lo que, obviamente, no es el caso). La estructura del conjunto se deja, en última instancia, a fuerzas irracionales: a una “armonía”/”equilibrio natural” accidental[60]. La fachada de racionalidad liberal se derrumba cuando la “armonía general” resulta imposible debido a la intensificación de los conflictos sociales y las crisis económicas en el contexto de la crisis de reproducción del capital. En este punto, el liberalismo abandona la racionalidad y pasa demasiado fácilmente a los “privilegios y gracias naturales”, gracias a los cuales se triunfa o se perece.
Parece, por lo tanto, que probablemente hubo una continuidad ininterrumpida en la evolución de la teoría social desde el liberalismo hasta el fascismo, lo que hace que la forma híbrida moderna del posfascismo sea bastante plausible.
La invocación del “orden natural de las cosas” contra el mundo moderno “decadente” y la construcción de la figura del “hombre heroico” contra la masa servil —a la que antes nos hemos referido como elementos constitutivos de la corriente posfascista— forman parte de una visión fundamentalmente irracionalista de la sociedad. Contra l@s individu@s “serviles” de la sociedad burguesa y su espíritu calculador, se exalta un nuevo tipo de ser humano. En el fascismo histórico es el hombre que está ligado a las fuerzas de la sangre y de la tierra, quien se alista inconscientemente en obediencia a estas fuerzas, más allá de los fines racionales.
La justificación filosófica de este tipo heroico de hombre se encuentra en el vitalismo. Según éste, los organismos vivos se distinguen generalmente de los no vivos por un elemento llamado élan vital (“fuerza vital”, “chispa vital”, “energía cósmica”, “alma”, “chi”, etc.). Este concepto de “vida” se postula así como un “hecho original” más allá de cualquier fundamento racional, sobre cuya base “se escribe la historia”. Constituye, pues, la base de una concepción antirracional y antimaterialista de la historia. En este contexto, el proceso histórico-social se presenta como natural-orgánico. Las verdaderas fuerzas motrices sociales y económicas de la historia son sustituidas por la eternidad de la naturaleza (sangre y tierra). La naturaleza mítica se utiliza como oponente de la acción responsable, autónoma y racional. La naturaleza como original es a la vez lo sano, lo valioso y lo sagrado.
Conspiracionismo
En esta sección nos basaremos en las ideas de la excelente crítica del conspiracionismo titulada “Ni siquiera equivocado”[61]. Como se señala allí, el conspiracionismo no es una visión según la cual las clases dominantes planifican en secreto, toman decisiones e intentan implementarlas; acciones extremadamente triviales que suceden todo el tiempo. El conspiracionismo es una concepción ideológica de la realidad social, cuyo núcleo es la idea de que los acontecimientos históricos a gran escala se orquestan según los designios secretos de una élite que aspira a subyugar a la humanidad. Sin embargo, contrariamente a lo que imaginan l@s teóric@s de la conspiración, todo acontecimiento histórico es el lugar de intereses contrapuestos de numeros@s sujetos actuantes, lo que hace totalmente insostenible cualquier explicación unilateral y la idea de una única entidad organizadora.
Pero ¿qué constituye el carácter reaccionario del conspiracionismo? Como se señala en el texto, las propias preguntas y cuestiones que plantea el conspiracionismo son fundamentalmente erróneas: “Lo que impulsa el discurso conspirativo es un deseo insaciable, incesante y compulsivo de responder a la pregunta de ‘quién es el amo del dinero’. ¿Quién controla la actual forma de riqueza social? (…) ¿Qué sujetos actuantes establecen las reglas del juego que jugamos voluntaria o involuntariamente?”[62]. Sin embargo, la propia arquitectura del modo de producción capitalista dicta que no existe un amo del dinero: “El nexo monetario no puede ponerse bajo el control consciente de un grupo u otro sin graves consecuencias imprevistas”[63]. Por lo tanto, esta pregunta no tiene respuesta, es estructuralmente errónea porque quiere interpretar nuestra realidad social y el curso de la historia “como si detrás de la dominación impersonal, cosificada y abstracta del capital se ocultaran relaciones personales de dominación. Frente a la totalidad capitalista, hace de ella una parodia, reprime su realidad y la presenta como si estuviera sometida al control de alguien. Pero quien busca, encuentra. No sólo se encuentra un sustituto que sirve en el momento de chivo expiatorio. Lo que la narrativa conspirativa desea ardientemente es, en última instancia, un Amo, y tarde o temprano lo encuentra”[64]. Esta penetrante crítica no caracteriza la cuestión planteada por el conspiracionismo como irracional, sino como estructuralmente errónea. Pero esto es precisamente lo que hace que las respuestas dadas a esta pregunta sean irracionales, ya que no hay ningún razonamiento válido sobre el que se pueda responder.
El conspiracionismo es producido inmanentemente por la dinámica del capital. “Mientras la humanidad se produzca a sí misma a través de la producción de su fragmentación, mientras la coordinación de la actividad humana ocurra ciegamente a través del movimiento del valor, junto con las mercancías y el dinero, la fantasía de la existencia de otro escenario, donde el todo esté orquestado y planificado, seguirá en circulación como contrapeso socialmente necesario”[65]. Queda claro entonces que el conspiracionismo aborrece la posibilidad de que la humanidad sea capaz de tomar su futuro en sus propias manos para planificar conscientemente sus asuntos de forma coordinada. Como concluye el texto, esto constituye la doble conexión estructural entre el pensamiento conspirativo y los movimientos reaccionarios y posfascistas dentro del capitalismo, haciendo del conspiracionismo una forma distorsionada e irreparable de anticapitalismo.
El conspiracionismo ha existido históricamente como componente tanto de la derecha como de la izquierda, e incluso de la izquierda comunista. Aparte de lo que hemos mencionado antes, en lo que respecta a la izquierda comunista, fue un producto de las propias debilidades de la teoría leninista del monopolio y el imperialismo según la cual la “anarquía del mercado” es sustituida en la era imperialista por la “conspiración” de los monopolios y el capital financiero. Sin embargo, el pensamiento conspirativo moderno adquirió características sin precedentes debido al carácter excepcional de la era de la pandemia de coronavirus. Como señala Naomi Klein en un artículo reciente y muy interesante (que anunciaba su libro titulado Doppelganger), la pandemia fue un evento mundial sincronizado. Estábamos conectad@s digitalmente, hablando de lo mismo durante meses y años en las mismas plataformas de comunicación. Como consecuencia, el tipo adecuado de contenido de internet recibía al instante muchos miles o incluso millones de lecturas. Así que, aunque las teorías conspirativas siempre han circulado más en tiempos de crisis, esta fue la primera vez que se convirtieron en una próspera industria por derecho propio[66]. Igualmente importante es su observación, que complementa la crítica de Coghnorti, de que la cultura del conspiracionismo está alimentada por profundas necesidades insatisfechas: la necesidad de comunidad, de pureza, de conocimiento interno, de respuestas que parezcan, aunque engañosamente, explicar un mundo enloquecido.
Muchos elementos diferentes convergen en el conspiracionismo moderno: la teoría de la conspiración de extrema derecha QAnon, las subculturas de la salud alternativa que normalmente se asocian con l@s ambientalistas de izquierda pero que, como hemos demostrado, también fueron un componente del fascismo histórico, la histeria de los padres y madres sobre cosas que ocurren en las escuelas (mascarillas, vacunas, baños para todos los géneros), la teoría de la conspiración del “Gran Reinicio”, etc. La agenda oculta, dependiendo de la versión de cada escenario conspirativo, es la imposición de una dictadura por parte de l@s comunistas/ambientalistas/George Soros/abolicionistas de las fronteras/grandes farmacéuticas/compañías de alimentos modificados genéticamente/implantes biométricos/compañías de 5G, etc. que se impondrá a través de la vacunación obligatoria. Todas estas teorías conspirativas existen desde hace décadas y algunas están directamente relacionadas con el antisemitismo y el “libelo de sangre”[67]. Sin embargo, como señala Naomi Klein, hay algo nuevo: “la atracción magnética con la que se están encontrando unas a otras, autoensamblándose en (…) una ‘singularidad conspirativa’”[68].
La difusión de teorías conspirativas que estalló tras el brote de la pandemia del coronavirus no sólo sirve como medio para desviar la atención y canalizar el descontento lejos de las relaciones sociales capitalistas, a menudo dirigiendo la ira contra las partes más débiles y marginadas de nuestra clase. También es utilizada como arma por los gobiernos cuando quieren trasladar la responsabilidad de su gestión de la crisis —que es completamente destructiva para la naturaleza, la clase trabajadora y la mayoría social— a chivos expiatorios convenientemente elegidos. Mitsotakis no dudó en repetir y promover la narrativa conspirativa y racista de que l@s migrantes/refugiad@s eran responsables de la devastación sin precedentes causada por los incendios en Evros en agosto de 2023, a pesar de que los anuncios oficiales del departamento de bomberos atribuyen el fuego a los rayos como parte del fenómeno de las tormentas eléctricas secas. Al mismo tiempo, dio cobertura política a las milicias fascistas que operan en las fronteras, presentando los pogromos racistas como actos de “justicia vigilante” contra piróman@s inexistentes, mientras suprimía por completo el hecho de que estos grupos se habían formado en estrecha colaboración con las autoridades locales, los guardias fronterizos y la policía. Otra táctica de l@s negacionistas, que el gobierno se apropió y convirtió en arma, es la acusación contra l@s científic@s de tener motivaciones políticas. Primero, el Ministerio de Medio Ambiente atacó al servicio europeo de monitoreo de emergencias Copernicus (un servicio perteneciente a la Comisión Europea, al que más tarde se dirigieron formalmente para pedir ayuda con las inundaciones; claramente, la “crítica” de politización está dirigida al público nacional), alegando que su evaluación de la vasta zona destruida por los incendios era inexacta porque las imágenes de satélite tienen “baja resolución”. Posteriormente, Voultepsi y Petsas, diputados de Nueva Democracia, atacaron al Observatorio Nacional de Atenas, acusándolo de propaganda y juegos políticos por los datos que publicó sobre los megaincendios y el enorme aumento de las zonas quemadas.
7- ATAQUE A LAS LUCHAS POR LOS DERECHOS SOCIALES (IDEOLOGÍA “ANTI-WOKE”, CRITICA AL “TRANSHUMANISMO” ETC.)
Otra dimensión extremadamente importante de la corriente posfascista es su ataque a las luchas por los derechos sociales, en particular los derechos de las personas LGBTQI y los derechos de l@s migrantes y refugiad@s. Para el ala del posfascismo originada en la extrema derecha, este ataque se basa en la ilusión de defender el cuerpo de la nación (con especial énfasis en l@s niñ@s) de la supuesta amenaza de la “propaganda woke”, que supuestamente utilizan l@s globalistas para alterar la composición de la nación mediante flujos migratorios e imponer la esterilización de la población socavando las funciones sexuales biológicas. El objetivo último es supuestamente el “reemplazo de la población” (una teoría conspirativa conocida como el “Gran Reemplazo”) o incluso la construcción del ser “poshumano” (o “transhumano”) mediante la “alteración de su núcleo biológico” provocada por intervenciones médicas que harán del hombre un instrumento dócil. En este contexto, incluso se apropian del discurso sobre la “autonomía corporal” contra las fuerzas que supuestamente pretenden violar su condición natural, pura, auténtica e inmaculada, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud, las fundaciones Soros y Rockefeller, el Instituto Tavistock, etc. Estas escorias fantasean con que así protegerán al “cuerpo de la nación” y la “comunidad nacional” contra “los asaltos del mundo moderno” mediante su blindaje y reentramiento dentro de las relaciones patriarcales de dominación personal[69].
Ciertamente no nos sorprendió que un periodicucho de extrema derecha como “Demokratia” publicara un artículo que decía lo siguiente: “Desafortunadamente, parece que la propaganda ‘woke’ importada de Estados Unidos ha llegado agresivamente a nuestro país, dirigiéndose incluso a niñ@s de primaria, edades en las que aún no se han formado una comprensión ‘estable’ del género y la sexualidad, lo que les hace vulnerables a todo tipo de influencias. Un incidente de este esfuerzo coordinado para ‘iniciar’ a l@s niñ@s en comportamientos sexuales, específicamente en el enfoque LGBTQ+, está preocupando a la 2ª Escuela Primaria de Corinto. Allí, según han denunciado varios padres y miembr@s de la asociación de padres, durante los trabajos de mantenimiento y pintura de las instalaciones del colegio, la conocida bandera del ‘orgullo’, de enormes dimensiones, fue pintada por motivos aún desconocidos en el área exterior (…) Las identidades [de los padres que presentaron la queja] están a disposición del periódico, pero permanecen en el anonimato, por temor a posibles ataques por parte de círculos ‘ultraprogresistas’ de defensores de los derechos”[70].
No podemos decir lo mismo del sitio web “Diaries of Infection”, mantenido por una persona del entorno antiautoritario, que volvió a publicar el artículo de Theofanis Raptis titulado: “El asesinato de Epicteto y la derrota de la humanidad”. En la introducción, el editor de “Diaries of Infection” reproduce el siguiente extracto del discurso futurista de Aldous Huxley en el Grupo Tavistock de la Facultad de Medicina de California, como “manual de la realidad” en relación con la transición de género: “Habrá, en la próxima generación más o menos, un método farmacológico para hacer que la gente ame su servidumbre y para producir una dictadura sin lágrimas, por así decirlo, produciendo una especie de campo de concentración indoloro para sociedades enteras, de modo que a la gente se le quitarán de hecho sus libertades, pero más bien lo disfrutarán, porque estarán distraídos de cualquier deseo de rebelarse por la propaganda o el lavado de cerebro, o el lavado de cerebro reforzado por métodos farmacológicos”.
El propio artículo de Raptis es más explícito: “Si consideramos la lucha por los derechos LGBTQ+ como ejemplo, se revela cada vez más que ahora se desarrolla como una guerra contra la gramática y, en consecuencia, contra el significado (…) Este apego obsesivo a la necesidad de modificar y mutar los cuerpos se ha elevado ahora a una forma simbólica, cuyo contenido tácito apunta a algo mucho más profundo. Se trata esencialmente de un desafío radical a la existencia ontológica y biológica que, en realidad, se encuentra en una fase meramente preparatoria y está emergiendo también en muchos otros ámbitos (…) El mero hecho de que l@s académic@s hayan mencionado (…) la necesidad potencial de aceptar alguna forma de mutabilidad de la especie humana como consecuencia inevitable de un mayor desarrollo, ya sea conscientemente o no, cruzó un Rubicón invisible. Por primera vez, se está cuestionando un núcleo ontológico y biológico más profundo”[71].
Aquí podemos ver claramente el clásico motivo (pos)fascista de invocar el orden “natural” (y ontológico) de las cosas, que supuestamente se está alterando. En el contexto del llamado “escándalo Tavistock” —acusaciones de prácticas médicas poco éticas en la clínica de transición de género Tavistock del Reino Unido— hay, en efecto, cuestiones que merece la pena debatir (por ejemplo, la edad a la que se toman decisiones irreversibles sobre la transición de género y la decisión de dejar de necesitar sesiones con un trabajador social o un psicólogo). Sin embargo, el salto de estas preocupaciones a la formulación de teorías conspirativas apelando a la (inmutable) “naturaleza humana” es enorme. La necesaria crítica de los límites y contradicciones de las luchas por los derechos sociales y las políticas de identidad —desde la perspectiva de la crítica de las relaciones sociales capitalistas con el objetivo de la transformación comunista— no tiene absolutamente nada que ver con este tipo de tonterías racistas y chovinistas.
Si el atractivo de tales posturas para segmentos de la clase trabajadora y la pequeña burguesía puede interpretarse basándose en la psicología social que hemos descrito anteriormente, surge la pregunta de por qué están siendo promovidas por una porción significativa de l@s capitalistas. L@s neoliberales euroescéptic@s en Europa y l@s libertari@s de derecha en Estados Unidos creen que el orden del libre mercado se basa en el dominio de los valores morales conservadores. Examinaremos el ejemplo del think tank euroescéptico “Centro para la Nueva Europa”, cuyo primer director general fue el redactor en jefe de economía de “Le Monde”, Paul Fabra. En el marco de sus actividades, este think tank publicó en 1995 el libro This Will Hurt: The Restoration of Virtue and Civic Order, que sostiene que la relajación de las restricciones y normas sexuales desde los años sesenta en adelante “había erosionado las condiciones de reproducción del orden de libre mercado”[72]. En una entrevista concedida por el autor del libro al “International Herald Tribune” el 28 de agosto de 1995, sostenía que es necesario reintroducir la vergüenza y el estigma en la sociedad para reducir la delincuencia y el comportamiento antisocial. Incluso sugirió estigmatizar a las mujeres que tienen hij@s fuera del matrimonio, ya que cuestan a l@s contribuyentes (es decir, al capital) miles de millones de libras cada año. Añadió que “criar a l@s hij@s con un solo progenitor está asociado a una mayor delincuencia”[73].
En lo que concierne a esta facción capitalista, la denuncia de la “élite globalista” no representa más que un conflicto puramente intracapitalista. La clase trabajadora debe confrontarse a ambos polos de este conflicto. Además, como se ha hecho evidente, el cambio de política gubernamental de un polo a otro según las necesidades del momento es algo bastante común.
8-INVOCACIÓN A LA “LIBERTAD DE EXPRESIÓN”
La condena de toda crítica como “cultura de la cancelación” y la invocación de la “libertad de expresión” constituyen armas clave utilizadas por la corriente posfascista contra tod@s aquell@s que libran las necesarias polémicas en su contra e intentan bloquear su expresión en la esfera pública, ya sea que esta polémica esté motivada por demandas de “justicia social” y derechos o desde el punto de vista de la crítica radical del capital y el Estado.
La acusación de silenciamiento y exclusión es completamente infundada y refleja simplemente una exigencia de que la propaganda reaccionaria de l@s posfascistas y sus colaborador@s se difunda sin respuesta, sin crítica y sin consecuencias. Además, al presentarse como víctimas, consiguen ocupar espacio en la esfera pública y ganar atención dentro de la “economía de la atención” de las redes sociales. Con este telón de fondo, se inicia un debate en torno a una noción abstracta de “libertad de expresión” que supuestamente está siendo atacada, que sirve, entre otras cosas, para evitar abordar el verdadero problema en cuestión. Acusaciones de “corrección política”, “policía del pensamiento”, “derechismo”, “cultura de la cancelación”, “colaboración con el Estado” o “estar pagados por los servicios secretos” se utilizan para afirmar que l@s oponentes hablan desde una posición de autoridad. Esto permite que las posiciones reaccionarias, que además cuentan con el apoyo de una parte importante del Estado y del capital, se presenten como perseguidas debido a su supuesto “radicalismo”. De hecho, ni siquiera es cierto que se ataque la libertad de expresión de l@s posfascistas. Como escribimos en el texto “La negación de la realidad y la realidad de la negación”: “el acceso abierto a las redes sociales (que aparentemente prefieren) no sólo haya dado una plataforma a esos puntos de vista ‘alternativos’, sino que los haya inflado hasta un grado impensable”[74]. Además, protestar contra las manifestaciones públicas de contenido reaccionario, hasta el punto de interrumpirlos o cancelarlos, ha formado parte del repertorio clásico de las prácticas del movimiento antagonista de clase, al menos desde la época en que l@s proletari@s de Inglaterra atacaron los discursos de Mosley en 1934.
Aparte de esto, el propio concepto de libertad de expresión en las condiciones de la moderna democracia espectacular atrincherada sólo puede ser ideológico. Refleja el hecho de que la organización económica de la sociedad se basa en la libre competencia, que oculta relaciones de explotación y dominación. No se puede acceder a la verdad a través de la competencia de ideas en el mercado capitalista de los medios de comunicación de masas. El conflicto entre diferentes discursos es la expresión del conflicto de diferentes intereses. No todos los discursos son verdaderos y, por lo tanto, no todos pueden ser respetados. Existen políticas, visiones y movimientos que promueven la perspectiva de la libertad humana y el uso racional de los recursos para la satisfacción de las necesidades humanas, y hay otros que hacen exactamente lo contrario. Como escribimos en 2022 en el texto “El irracional salto mortal…”: “no debemos mostrar tolerancia alguna hacia las palabras y acciones que perpetúan el statu quo, que impiden a las personas liberarse de la enfermedad y la necesidad y, en consecuencia, desarrollar su potencial para una vida activa y creativa”[75].
En el Reino Unido, la condena de la corriente posfascista a la “cultura de la cancelación” se ha convertido con éxito en ley estatal. La “Ley de Educación Superior (Libertad de Expresión)”, aprobada en mayo de 2023 por el gobierno del conservador de extrema derecha Rishi Sunak, hace que las universidades y los sindicatos de estudiantes que incumplan su deber de defender la libertad de expresión puedan ser objeto de investigación y multas por parte del llamado “zar de la libertad de expresión”, así como de acciones civiles por parte de cualquiera que crea haber sufrido “consecuencias adversas” por “la acción u omisión” de una universidad o sindicato de estudiantes. Como señala la profesora Amia Srinivasan en su interesantísimo ensayo, esta ley puede aplicarse cuando “un sindicato de estudiantes vota a favor de no dar plataforma a l@s fascistas; una universidad no reprime la protesta de l@s estudiantes ante la visita de, por ejemplo, un criminal de guerra; un grupo de estudiantes publica una declaración condenando a un profesor por ser transfóbico; el profesorado cambia un programa de estudios en respuesta a las quejas de l@s estudiantes por su contenido racista; l@s estudiantes protestan pacíficamente fuera de una clase; un departamento de geografía vota a favor de no contratar a un negacionista del cambio climático (…) Las ‘consecuencias adversas’ son un estándar extremadamente bajo: cualquiera que haya sido objeto de un piquete o insultado en Twitter podría pensar que tiene motivos para presentar una demanda legal (…) Estas ambigüedades tienen un propósito. Ninguna universidad o sindicato de estudiantes quiere pagar multas elevadas o verse arrastrado a los tribunales. Lo más prudente es acallar la disidencia antes de que se produzca. No cabe duda de que las universidades empezarán a contratar a funcionari@s encargad@s de velar por el cumplimiento de la libertad de expresión — quizá elegid@s entre la red de académic@s conservador@s que ayudaron a redactar la nueva legislación— que asesorarán sobre qué formas de expresión y protesta están ahora prohibidas. El resultado será un enfriamiento de la libertad de expresión: precisamente a lo que l@s arquitect@s y partidari@s de la ley afirman oponerse”[76].
Por lo tanto, esta supuesta ley sobre la libertad de expresión ha dado lugar a la expresión sin restricciones de todo tipo de opiniones reaccionarias, a la vez que criminaliza cualquier oposición a las mismas. En otras palabras, para ser un poco irónic@s, sólo quienes critican y desafían a l@s posfascistas son acusad@s de cancelar y censurar; cuando l@s posfascistas hacen lo mismo, simplemente están ejerciendo su derecho a la libertad de expresión. Como es evidente, la verdadera cuestión es siempre qué posiciones y prácticas prevalecerán: ¿las de emancipación de las relaciones de dominación capitalistas, o las que trabajan para preservarlas, aunque se presenten como “antisistémicas”?
***
Al concluir este texto, debemos subrayar una vez más que dedicamos tanta energía a nuestra polémica contra la corriente posfascista porque la consideramos la principal fuerza contrarrevolucionaria a nivel mundial, una que incluso se presenta como “antisistémica”. Como hemos tratado de demostrar enfáticamente, a pesar de su aparente oposición al “centro” neoliberal, es, en realidad, una imagen especular del mismo. La lucha contra el Estado capitalista incluye necesariamente la lucha contra su falso enemigo —en este caso, la corriente posfascista—, independientemente del disfraz que lleve (ultraderechista, izquierdista o incluso antiautoritario). Como mencionamos en la introducción, vari@s individu@s y grupos del entorno antiautoritario han convergido con este movimiento social reaccionario, calificándolo de “movimiento de clase”, de “movimiento por las libertades individuales”, o incluso de “movimiento patriótico contra la vacunación de la unidad nacional” [!]. Independientemente de las razones de este acercamiento y convergencia —ya sea oportunismo, falta de herramientas teóricas o pura estupidez— e independientemente de si estos grupos e individu@s acabaron o no fusionándose políticamente con la corriente posfascista, su responsabilidad en su continuo fortalecimiento no puede borrarse.
Nuestra crítica del posfascismo no tiene nada que ver con la defensa de la democracia capitalista, ni con los frentes populares antifascistas interclasistas. La corriente posfascista, al igual que el fascismo histórico, no es ajena al sistema democrático capitalista, sino que es un producto y una extensión del mismo.
Antithesi
16 de septiembre de 2023/12 de octubre de 2024
[1] Ciertamente, el movimiento contra los memorandos no puede en modo alguno reducirse y equipararse a este proceso, dado que la tendencia nacionalista de izquierdas seguía siendo dominante y distinta de las fuerzas de extrema derecha, mientras que el movimiento también contenía una tendencia proletaria anticapitalista/antiestatal minoritaria pero inequívoca.
[2] Además, también hubo una convergencia en relación con las teorías conspirativas racistas y nacionalistas que se han desarrollado contra la llegada masiva de refugiad@s e inmigrantes a Grecia a partir de 2015, como documenta el camarada Polycarpos Georgiadis en su artículo “Η Νέα Τάξη Πραγμάτων της Ακροδεξίας. Μέρος Τρίτο: από την ‘αντισυστημική’ συνωμοσιολογία στις δηλώσεις υποταγής στο κεφάλαιο” [“El nuevo orden mundial de la extrema derecha. Tercera parte: de las teorías conspirativas ‘antisistema’ a las declaraciones de lealtad al capital”], Red & Black, https://www.rednblack.gr/arthra/i-nea-taxi-pragmaton-tis-akrodexias-meros-trito-apo-tin-antisystimiki-synomosiologia-stis-diloseis-ypotagis-sto-kefalaio/
[3] Con la excepción del periódico “Diadromi Eleftherias” [Διαδρομή Ελευθερίας] y del grupo “Pyrgitai” [Πυργίται], que ya se habían sumado a esta corriente apoyando las manifestaciones contra el Acuerdo de Prespes.
[4] Véase, por ejemplo, el comunicado de la “Asociación Interdisciplinaria para la Defensa de la Democracia y la Bioética” [Διεπιστημονική Ένωση Υπεράσπισης της Δημοκρατίας και της Βιοηθικής,], “En el 200 aniversario de la Revolución de 1821” [Για τα 200 χρόνια από την Επανάσταση του ‘21], https://dimobio.gr/?p=426.
[5] Antithesi/Cognord, “La negación de la realidad y la realidad de la negación”. Disponible en: https://curedquailjournal.wordpress.com/2021/12/09/the-reality-of-denial-and-the-denial-of-reality/. De este ensayo hay una traducción liberada en castellano en: https://antithesi.gr/?page_id=955. Este texto fue incluido por nosotr@s dentro del libro: Coghnorti/Antithesi y amig@s (2024) Dos críticas al conspiracionismo en el movimiento radical griego. Santiago: Pensamiento & Batalla.
[6] “Woke”, o “despierto” en inglés, es un término que, originado en los Estados Unidos, inicialmente se usaba para referirse a quienes se enfrentan o se mantienen alerta frente al racismo. Posteriormente, llegó a abarcar una conciencia de otras cuestiones de desigualdad social, por ejemplo, en relación con el género y la orientación sexual. [N. del T.]
[7] Cabe señalar que muchas figuras destacadas del fascismo en Europa durante el período de entreguerras procedían de la izquierda. Aparte de Mussolini en Italia, en Francia Jacques Doriot, líder del fascista Partido Popular Francés (PPF) y fundador de la Legión Francesa de Voluntarios de la Wehrmacht, fue miembro del Presidium del Comité Ejecutivo de la Comintern, mientras que, en Gran Bretaña, John Beckett, miembro destacado del izquierdista Partido Laborista Independiente, se unió más tarde a la dirección de la Unión Británica de Fascistas, el partido de Oswald Mosley.
[8] G. M. Tamás, “On Post-Fascism”, “Boston Review”, 1/6/2001, https://www.bostonreview.net/articles/g-m-tamas-post-fascism/
[9] Más allá de sus significativas diferencias, el elemento común básico entre el fascismo y el posfascismo, que en este último caso justifica el segundo compuesto del término, es la forma dual del Estado. Por un lado, está el “Estado normativo” (Normenstaat), en el que se mantiene el Estado de Derecho para quienes pertenecen a la comunidad política; por otro lado, está el “Estado prerrogativo” (Maßnahmenstaat), en el que el trato a l@s excluid@s de la comunidad política pasa a ser arbitrario y al margen de la ley (Fraenkel, Ernst (1941) The Dual State. A Contribution to the Theory of Dictatorship. Oxford University Press). En el mundo actual, l@s excluid@s de las garantías del Estado de Derecho son principalmente l@s inmigrantes y refugiad@s que son excedentes de la producción capitalista. Sin embargo, la línea divisoria que determina qué parte de la población está bajo la jurisdicción del “Estado normativo” y cuál está bajo la jurisdicción del “Estado prerrogativo” siempre puede desplazarse para incluir a partes del proletariado local. Aquí es necesario ser cauteloso, ya que la retórica de extrema derecha del “tecnofascismo”, el “apartheid sanitario”, etc., intenta comparaciones inapropiadas e inválidas entre exclusiones reales (refugiad@s de Asia y África o judí@s en la Europa nazi) y otras inexistentes (antivacunas, “cristianos blancos”, etc.). Aparte de su valor propagandístico para atraer seguidor@s, esta táctica sirve a un objetivo más fundamental de l@s posfascistas: relativizar y deslegitimar los propios conceptos de “apartheid”, “Holocausto”, “fascismo”, etc.
[10] Una peculiaridad del fenómeno populista es que en él entran fuerzas que denuncian los juegos políticos y las instituciones como corruptos y podridos.
[11] Durante el reciente cambio de liderazgo en SYRIZA, la facción neoliberal de línea dura (en torno a Tsipras) colaboró con la facción populista (en torno a Polakis) para nominar y elegir a S. Kasselakis como nuevo presidente frente a la facción del partido que seguía invocando una delgada forma de socialdemocracia. Como persona, Kasselakis encarna el epítome del populismo neoliberal. Combina nacionalismo, apelaciones directas al “hombre común” y al pueblo, retórica contra la corrupción y la “incompetencia” del gobierno y de Mitsotakis —después de todo, el “antimitsotakismo” había sido la línea principal de la oposición en los últimos años debido a la falta de diferencias políticas sustanciales entre SYRIZA y Nueva Democracia— junto con una postura neoliberal a favor del espíritu emprendedor, un ejército mercenario, asociaciones público-privadas en las universidades e “igualdad de oportunidades”. En particular, la retórica sobre las élites corruptas es un arma ideológica clave y un método político utilizado por l@s populistas neoliberales de todo el mundo para promover la reestructuración capitalista. Se ha señalado con razón que el ascenso del populismo neoliberal refuerza simultáneamente el populismo de extrema derecha, ya que la composición de clase de la sociedad es reemplazada, dentro del discurso político, por la entidad informe del pueblo, dada la coincidencia de la mayoría de las cuestiones que plantean. Véase también el artículo de Norma Rossi, “Populism without a people: neoliberal populism and the rise of the Italian far right”, “Journal of Political Ideologies”, 2023, que examina el caso de Italia y el “Movimiento Cinco Estrellas”.
Como señala el autor, el “Movimiento Cinco Estrellas” invoca el “sentido común” para defender los intereses de la “gente común” contra las “élites corruptas”. En el caso de la política de inmigración, esta línea se alinea con las posiciones racistas de la “Liga” sobre el endurecimiento extremo de las medidas de control y represión de la inmigración durante el período en que cogobernaron Italia. Tanto el “Movimiento Cinco Estrellas” como la “Liga” se apoyaron en una retórica que denunciaba el “negocio de la inmigración” y a quienes “se benefician con él en detrimento de la mayoría”. El supuesto conflicto entre l@s especulador@s y l@s opositor@s al “negocio de la inmigración” expresa en nuevos términos el tropo populista de unas élites corruptas y codiciosas que trabajan en contra de los intereses del pueblo. La desideologización de la política expresada por la apelación al “sentido común” también se encuentra en el caso de SYRIZA, como posición básica y objetivo político de la tendencia que apoya a Kasselakis dentro de SYRIZA.
[12] Véase, por ejemplo los numerosos artículos sobre el tema en el periódico “Dromos tis Aristeras”, como el artículo de Rudy Rinaldi [líder de la Organización Comunista de Grecia (KOE) que formó parte de SYRIZA hasta 2015] “Criterios, Perspectivas e Instrumentalización de la cuestión de los Refugiados” donde escribe que “Su posición [refiriéndose a Ingebor Begel, la periodista holandesa que se enfrentó a Mitsotakis durante la conferencia de prensa posterior a su reunión con el primer ministro holandés Mark Rutte sobre la cuestión de l@s refugiad@s] no es tan radical: sigue la línea de garantizar a l@s refugiad@s e inmigrantes la libre entrada a Europa. Esta es la posición general de tod@s l@s globalistas, con diferencias en cuanto a la división del trabajo entre ell@s y su rol respectivo”.
El grupo “Pyrgitai” [Πυργίται], asociado a la “Coalición de Anarquistas” [Συσπείρωση Αναρχικών] y el periódico “Ruta de la Libertad” [Διαδρομή Ελευθερίας], en su texto titulado “No es ni por su bien ni por nuestro bien”, refiriéndose a la llegada de inmigrantes y refugiad@s a Grecia, plantean la siguiente pregunta: “Entonces, ¿qué haría, no el Estado, sino cualquier comunidad de personas libres que residan en Evros o en las islas, ante todo lo ocurrido en los últimos años?”. Su respuesta es esta: “Desafortunadamente, estas personas ya no son refugiad@s ni emigrantes. Se han convertido en instrumentos de guerra, y de la clase más sucia de guerra: la que tiene como objetivo la desintegración social del adversario. Cuando alguien se involucra en el propósito de una máquina de guerra, es decir, cuando se convierte en ‘agente de guerra’ de alguien más fuerte o en ‘protector’, las cosas se ponen muy mal para él (…) Por esta razón repetiremos el punto: a partir de ahora, no debe pasar ni un@. Por su bien y por el nuestro”. (https://shorturl.at/atGJ8).
Una posición nacionalista no tan descarada, pero por ello mismo mucho más peligrosa, sobre la cuestión de la inmigración y l@s refugiad@s fue expresada por el colectivo antiautoritario “Túnel Subterráneo” [Υπόγεια Σήραγγα], un componente básico de la “Asamblea contra el Biopoder y el Confinamiento”, como se desprende de su página web, en el panfleto publicado en 2017 titulado “La inmigración: ¿una oportunidad (?) para el capital”. Según escribieron, la solidaridad de clase “presupone trabajador@s que residen en Grecia ya sea por elección o por necesidad”. Por el contrario, “los movimientos sociales (…) plantearon como reivindicación su libre circulación”, que simultáneamente “servía a los objetivos del Estado”. Aunque el “movimiento de solidaridad intentó dar características de clase a las acciones de solidaridad (…) no tuvo en cuenta el hecho de que l@s propi@s sujetos, l@s inmigrantes, no se veían a sí mism@s como trabajador@s, sino como viajer@s individuales”. Además, “l@s propi@s inmigrantes consideraban que su estancia en los campos era temporal y (…) no se veían a sí mism@s como parte de una comunidad de intereses unificada formada por tod@s l@s inmigrantes (de cualquier nacionalidad), y mucho menos como una comunidad de proletari@s locales e inmigrantes”, mientras que la necesidad de “libre movimiento se satisfacía de forma individualista y antagónica hacia l@s demás”.
En otras palabras, para el grupo “Túnel Subterráneo” la única forma de que l@s inmigrantes pasen a formar parte del sujeto de clase es permanecer en Grecia, voluntariamente o no, y renunciar a su aspiración a la “libertad de movimiento”. ¡La libertad de movimiento como tal se remueve de las necesidades de clase y se convierte tanto en una elección individualista como en un objetivo del Estado! Las necesidades de l@s inmigrantes como parte de nuestra clase están completamente devaluadas frente a las necesidades de “mejores condiciones de vida y salarios” en Grecia, es decir, frente a las necesidades exclusivamente de la clase obrera residente en Grecia. Según esta concepción, las demandas de l@s inmigrantes deben subordinarse a las demandas del movimiento obrero nacional. Esto cierra el único camino para la creación de una comunidad unificada de intereses de clase, que nunca se da a priori. Al contrario, como escribe Marx en La miseria de la filosofía: “En la lucha (…) esta masa [de trabajadores] se une y se constituye como clase para sí misma. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase”.
Además, la inmigración se presenta como una elección individualista (en forma de “programas de inmigración” (!) según la terminología de “Túnel Subterráneo”) y se minimiza por completo el papel de la coerción debida a la guerra, la pobreza y la miseria más general de sus condiciones de vida en su lugar de origen. Cualquier ahorro que l@s refugiad@s e inmigrantes puedan haber tenido para “cumplir su deseo” (sic) de emigrar se presenta como “capital económico” y una parte significativa de los propios inmigrantes como “gente acomodada” que, sin embargo, ¡será “proletarizada en el proceso”! En consecuencia, se cuestiona su propia condición proletaria. El truco más básico que utiliza “Túnel subterráneo” para transmitir su concepción nacionalista de clase y solidaridad de clase es que plantea como condición previa para el desarrollo de la lucha de clases que l@s inmigrantes se vean a sí mism@s como trabajador@s desde el principio. Pero, en la mayoría de los casos, esto no es cierto ni siquiera para las luchas de l@s trabajador@s locales: ¡la conciencia de clase es el resultado de la lucha sobre la base de su contenido, no una condición previa!
Por supuesto, en el contexto de su participación en la “Asamblea contra el Biopoder y el Confinamiento”, l@s miembr@s de “Túnel Subterráneo” no especifican ninguna condición con respecto a la naturaleza de las “necesidades” de l@s trabajador@s antivacunas del sector de la salud, negando descaradamente que su contenido sea claramente reaccionario y declarando sus movilizaciones como la “lucha obrera más importante” de 2022, que debe ser apoyada “incondicionalmente”, como escribieron en sus panfletos. Este imperativo de “apoyo incondicional” significa en la práctica que las críticas contra las posiciones irracionalistas, individualistas, conspiracionistas, intolerantes, nacionalistas y de extrema derecha que dominaron estas movilizaciones deben ser silenciadas. No hay contradicción: la posición cripto-nacionalista hacia la subjetividad y las luchas de l@s inmigrantes y refugiad@s va de la mano con el apoyo al contenido nacionalista y reaccionario de las movilizaciones antivacunas, de la misma manera que se ofreció generosamente respaldo político a grupos de extrema derecha como la “Asociación Interdisciplinaria para la Defensa de la Democracia y la Bioética”.
En el contexto de su oportunismo y amoralismo extremos, TPTG, el corazón de la secta reaccionaria “Asamblea contra el Biopoder y el Confinamiento”, pretende no recordar que hace unos diez años afirmaban lo siguiente: “las movilizaciones laborales de grandes o pequeñas comunidades de lucha formadas sobre la base de la satisfacción de intereses, necesidades y deseos inmediatos no significan gran cosa en sí mismas (…) La formación de comunidades de lucha y la circulación de estas luchas sólo adquieren su verdadero sentido cuando se sitúan en el trasfondo (…) de las aspiraciones de los colectivos políticos, sindicalistas y populares que las sostienen”.
[13] Para más información al respecto, véase el texto de P. G. mencionado en la nota 1.
[14] Existe una edición en castellano de origen española: Anónimo (2022) Manifiesto Conspiracionista. Logroño: Pepitas de Calabaza. [N. del T.]
[15] Por supuesto, no es coincidencia que este libro fuera publicado en Alemania por la editorial de extrema derecha “Sodenkamp & Lenz”. Según ell@s, la publicación se llevó a cabo en estrecha colaboración con la editorial francesa “Editions Seuil” y l@s autor@s hicieron ciertas adiciones para la edición alemana. L@s editor@s alemanes presentaron el libro en la conferencia de invierno del Institut für Staatspolitik, el grupo de reflexión de la AfD (https://twitter.com/antifouchiste/status/1622568081301155842). ¡En 2023, el libro fue traducido al inglés y publicado por “semiotext(e)!”
[16] A finales de octubre de 2023, Zara Wagenknecht abandonó oficialmente “Die Linke” y anunció la creación de un nuevo partido populista que, según ella, trataría de atraer votos tanto de la izquierda como de la derecha en las próximas elecciones europeas. Aunque este partido se presenta como socialdemócrata en términos económicos, de hecho, adopta el marco ordoliberal de la llamada “economía social de mercado”, que pretende reforzar la empresa privada mediante la imposición de un estricto marco regulador por parte del Estado. La focalización de su crítica en el “capital financiero”, la inmigración y el cambio climático subraya su carácter claramente derechista.
[17] Alternative für Deutschland-AfD (Alternativa para Alemania) es un partido político alemán de ideología nacional-conservadora, euroescéptico y de extrema derecha. En febrero de 2025 se convirtió en la primera fuerza política en el este de Alemania (ex RDA) y la segunda del país. [N. del T.]
[18] Slobodian, Quinn & Callison, William. “Pop-Up Populism: The Failure of Left-Wing Nationalism in Germany”, “Dissent”, verano 2019, https://www.dissentmagazine.org/article/pop-up-populism-the-failure-of-left-wing-nationalism-in-germany/
[19]Laïreche, Rachid. “Campagne Immigration: Mélenchon en mots troubles”, “Liberation”, 8/9/2016, https://www.liberation.fr/france/2016/09/08/immigration-melenchon-en-mots-troubles_1490156/
[20] En la nota 12 mostramos que las agrupaciones pertenecientes a la nueva corriente reaccionaria, que no expresan abiertamente una retórica nacionalista, respaldan sin embargo su agenda y sus prácticas etnopopulistas. Ya hemos mencionado a la “Asamblea Contra el Biopoder y el Confinamiento”, pero también debemos mencionar a “Contra Distopía”. Más allá de las posiciones declaradas y de la historia de sus miembr@s que el camarada P. Georgiadis ha destacado (Op. Cit.), este grupo también ha publicado en su página web un texto de Fotis Terzakis. Este texto desata fuertes críticas contra l@s “derechistas” por prestar apoyo a los “planes turcos para Tracia” y se posiciona explícitamente a favor de la Rusia imperialista en la guerra que ha estallado en Ucrania, donde se ha producido una “invasión de la OTAN” [sic]. Fotis Terzakis, “The Deadly Consents”, 10 de julio de 2023, disponible en: https://contradystopia.blogspot.com/2023/07/blog-post_25.html [en griego].
[21] Aunque la participación en organizaciones transnacionales puede limitar formalmente la soberanía nacional debido a la obligación de respetar, por ejemplo, tratados y leyes específicas, en la práctica refuerza el Estado capitalista, tanto su dominación sobre la clase trabajadora como el potencial de valorización del capital nacional.
[22] Grupo de Bruges, “A Campaign for a Europe of Sovereign States”, citado en Slobodian, Quinn & Plehwe, Dieter (2020) Neoliberals against Europe, en el volumen editado por Callison, William & Manfredi, Zachary. Fordham: Mutant Neoliberalism.
[23] Slobodian, Q. y Manfredi, Z., Op. Cit. Cabe destacar, entre los muchos hechos interesantes que analiza este artículo, que Detmar Doering, miembro de la históricamente influyente organización neoliberal Mont Pelerin Society, publicó un artículo en 1999 que intentaba resucitar el concepto de darwinismo social, y que una postura clave de l@s euroescéptic@s es la negación del cambio climático.
[24] La categoría de capital nacional total no elimina la feroz competencia entre sus distintas partes (por ejemplo, las empresas que venden sus productos en el mercado interno frente a las compañías orientadas a la exportación y el sector turístico). Sin embargo, l@s capitalistas se unifican simultáneamente sobre la base de la formación de la tasa media de ganancia. Como escribe Marx en El Capital Vol. Tres: “en cada esfera particular de la producción, el capitalista individual, así como los capitalistas en su conjunto, toman parte directa en la explotación de la clase obrera total por la totalidad del capital y en el grado de esa explotación, no sólo por simpatía general de clase, sino también por razones económicas directas. Pues, suponiendo que se den todas las demás condiciones —entre ellas el valor del capital constante total avanzado—, la tasa media de ganancia depende de la intensidad de explotación de la suma total de trabajo por la suma total de capital”. (Marx & Engels, Collected Works, Vol. 37, P. 195). La competencia capitalista puede socavar el interés general del capital nacional y la política estatal se esfuerza por domesticarla. Aunque éste es el objetivo, no está garantizado. El Estado no siempre puede desempeñar con éxito el papel de supervisor del proceso general. L@s ordoliberales conceden gran importancia al marco regulador y a la supuesta “despolitización” del Estado, porque creen que así se pondrán fin a los conflictos innecesarios entre capitales particulares y se impedirá la imposición de los intereses de una determinada fracción del capital a expensas del interés general, tal como lo hemos definido.
[25] Georgiadis, P. Op. Cit.
[26] Meloni había afirmado que el Gobierno de Conte estaba cometiendo “alta traición” al aceptar la activación del mecanismo del MEDE en abril de 2020 para obtener un préstamo de 35.000 millones de euros, mientras que Matteo Salvini había hablado de imponer una “dictadura en nombre del virus”. “Mes, Meloni e Salvini all’attacco: ‘Alto tradimento’, dittatura in nome del virus”, “Libero Quotidiano”, 10 de abril de 2020.
[27] Antithesi/Cognord. Op. Cit.
[28] Landa, Ishay (2009) The Apprentice’s Sorcerer. Liberal Tradition and Fascism. Brill. P. 262.
[29]Heidegger, M. (1998) Gesamtausgabe. Band 38. Logik als die Frage nach dem Wesen der Sprache. Klostermann. Citado en Ishay Landa, Op. Cit.
[30] Foucault, M. (2008) The birth of biopolitics. Palgrave Macmillan. P. 259-60.
[31] Foucault, M. (2001) Dits et écrits III. París: Gallimard. P. 385. Citado en Rehmann, J. (2022) Deconstructing Postmodernist Nietzscheanism. Brill. P. 272.
[32] Foucault, M. Op. Cit.
[33] Foucault, M. (2008) The birth of biopolitics. Palgrave Macmillan. P. 206.
[34] Foucault, M. “Le nouvel ordre intérieur”, panel de discusión en la Universidad Paris 8, disponible online en: http://www.archives‑video.univ‑paris8.fr/video.php?recordID=111 [consultado en septiembre de 2023].
[35] Foucault, M. “Social Security”, en Foucault, M. (1988) Politics, Philosophy. Interviews and other Writings 1977–1984. P. 159-177.
[36] Citado en Rehmann, J. Op. Cit.
[37] Foucault, M. “Social Security”, Op. Cit. P. 170-173.
[38] Op. Cit. P. 172.
[39] Op. Cit. P. 175. Foucault también tenía una visión notablemente cínica de las epidemias, incluida la que le mató. En 1981, cuando su amigo, el novelista Edmund White, le preguntó cuál era su opinión sobre el SIDA, respondió lo siguiente: “Es una nueva pieza del puritanismo estadounidense. ¿Han soñado con una enfermedad que sólo castiga a gays y negros? ¿Por qué no incluyen también a l@s abusador@s de menores?”. Citado en Wiener, Jon “Q&A With Edmund White”, “The Nation”, 27/3/2014. https://www.thenation.com/article/archive/qa-edmund-white/
[40] El ejemplo más escandaloso de esta lógica se encuentra en el cuarto apéndice del número 19-20 de la revista “TPTG”.
[41] Professor Dr. Jäger, G. (1893) Monatsblatt. Μάιος, citado en J. Evans, Richard (2005) Death in Hamburg. Penguin. P. 500.
[42] Weindling, Paul (1989) Health, Race and German Politics between National Unification and Nazism 1870-1945. P. 27-28.
[43] Nebe, J.; Schwanke, E. & Groß, D. (2021) “The Influence of Epidemics on the Concept of the Bogeyman: Images, Ideological Origins, and Interdependencies of the Anti-Vaccination Movement; The Example of the Political Agitator Paul Arthur Förster (1844-1925)”, “Historical Social Research”, Suplemento 33, P.100-127. Debemos añadir aquí que, cuando l@s nazis llegaron al poder, no abolieron la vacunación obligatoria, debido a la oposición de los altos mandos militares que consideraban que tal medida perjudicaría la eficacia del ejército, ya que los reclutas eran vacunados obligatoriamente. Sin embargo, fueron mucho más flexibles en su aplicación.
[44] El movimiento de “reforma de la vida” pretendía crear una “sociedad sana” en respuesta al declive supuestamente causado por el desarrollo industrial y estaba estrechamente asociado a diversas formas de “medicina alternativa”. Esta “recuperación” tenía dimensiones tanto físicas como culturales. Aunque en un principio el movimiento de “reforma vital” no se alineó con ningún partido o afiliación política particular, con el tiempo adoptó una postura “völkisch-nacional”. Como señalan Nebe et al.: “La alta afinidad de los movimientos de ‘reforma de la vida’ y antivacunación con la higiene racial y la eugenesia en el Reich alemán puede explicarse menos por la orientación política de sus principales actores (…) y más por las similitudes ideológicas de estos conceptos. Ambos perseguían una ‘recuperación’ física y cultural de la humanidad. La ‘reforma de la vida’, por lo tanto, significaba una ‘autorreforma’ como primer paso. En un segundo paso, este modelo debía servir como base para el cambio a nivel social: una reforma del ‘Volkskörper’. La higiene racial alemana, por tanto, siguió el modelo de la ‘reforma de la vida’ en sus fases de desarrollo” (Op. Cit. P. 115). En realidad, algun@s de l@s primer@s defensor@s y representantes del movimiento de “reforma de la vida” eran pacifistas o incluso anarquistas. Sin embargo, esto resultó ser insignificante.
[45] Antithesi/Cognord. Op. Cit.
[46] Terzakis, F., “Confusion will be my epitaph”, “Neon Planodion” [Νέον Πλανόδιον], 2 de octubre de 2022. Disponible online: https://dimobio.gr/?p=1581 [última vez consultado en septiembre de 2023]
[47] Terzakis, F. “Whom the gods would destroy, they first make mad” [Μωραίνει Κύριος ον βούλεται απωλέσαι], “ERT OPEN”, 9 de julio de 2021. Reproducido en la página web de Contra Dystopia https://contradystopia.blogspot.com/2021/07/blog-post_5.html.
[48] Extracto de un texto de la “Asamblea contra el Biopoder y el Confinamiento”. La inmunidad natural, por supuesto, no puede ser desarrollada por pacientes inmunocomprometid@s…
[49] Extracto de un texto de la “Asamblea contra el Biopoder y el Confinamiento”. Esta cita revela una total falta de empatía por lo@ millones de proletari@s que han enfermado y muerto en los hospitales. ¡Su miedo justificado se presenta como debilidad e individualismo!
[50] Diaries of Infection, “Scattered thoughts during the break for commercials” [Σκόρπιες σκέψεις στο διάλειμμα για διαφημίσεις] https://shorturl.at/bkrJ9
[51] Comentario de D.M. en la discusión sobre nuestro texto “The irrational salto mortale of the pandemic deniers and why we should not tolerate it” (https://antithesi.gr/?p=1107) en Athens Indymedia (https://athens.indymedia.org/post/1625304/). El equipo de administración de Athens Indymedia permite sistemáticamente la publicación de tales posiciones misántropas, socialmente darwinistas y de extrema derecha.
[52] Anonymous (2023) Conspiracist Manifesto. Semiotext(e).
[53] “Health’ is the war waged by the state”, “TPTG” vol. 19-20, P. 161. Unos párrafos más adelante vuelven a calumniar a quienes criticamos el darwinismo social que caracteriza a toda la corriente posfascista acusándonos falsamente de apoyar la gestión estatal de la pandemia. Esta acusación distorsiona nuestra posición real, que es que la vacunación es un acto obvio de solidaridad de clase y que la gente del movimiento antagonista debería tomar medidas de protección en sus actividades; al igual que hizo la gran mayoría, basándose en una cultura de cuidado mutuo y solidaridad de clase. Al reproducir todas las mentiras e inexactitudes del negacionismo pseudocientífico que han sido completamente desacreditadas —como el supuesto aumento de muertes debido a los efectos secundarios de las vacunas que supuestamente eran completamente ineficaces (¡!)— están esencialmente afirmando que no hay razón para tomar ninguna medida sanitaria durante una pandemia como el Covid. Este es un tropo clásico de tod@s l@s negacionistas de pandemias.
[54] Illich, Ivan (1990) Limits to Medicine. Penguin. P. 137-138.
[55] Unas páginas más atrás, Ivan Illich se vuelve aún más explícito: “[La medicina organizada profesionalmente] ha socavado así la capacidad de l@s individu@s (…) para aceptar el dolor inevitable y a menudo irremediable y el deterioro, el declive y la muerte”. Illich, Ivan, Op. Cit. P. 133. La expresión de desacuerdo con esta postura en la P. 35 del tratado de “TPTG” es simplemente un intento de confundir al lector. Lo que escriben sobre la pandemia pone de manifiesto que ell@s también niegan “por completo los aspectos positivos de la medicina moderna” y rechazan “cualquier uso liberador de la tecnología moderna”. Como era de esperar, no tienen nada que decir contra la ideología y la afirmación de la muerte que caracteriza a Illich, ya que ell@s mism@s están profundamente inmers@s en ella. Llegados a este punto, aprovechamos la oportunidad para hacer nuestra autocrítica por haber expresado una valoración positiva de Illich en el texto del que somos coautor@s con Cognord, Op. Cit., debido a que no habíamos estudiado suficientemente su obra.
[56] Marcuse, H. Eros and Civilization. Beacon Press. P. 235-237.
[57] Marcuse, H. “The Ideology of death” en Kellner, Douglas & Pierce, Clayton eds. (2010) Philosophy, Psychoanalysis and Emancipation. Routledge.
[58] Marcuse, H. (2009) “The struggle against liberalism in the totalitarian view of the state”, “Negations”. MayFlyBooks.
[59] Hechos que deberían aceptarse más allá de cualquier examen racional como algo natural. [N. del T.]
[60] Lukács escribe característicamente: “El proceso capitalista de racionalización, basado en el cálculo económico privado, requiere que toda manifestación de la vida exhiba esta misma interacción entre detalles sujetos a leyes y una totalidad regida por el azar. Presupone una sociedad así estructurada. Produce y reproduce esta estructura en la medida en que toma posesión de la sociedad”. (1972) History and Class Consciousness. MIT Press. P. 102.
[61] Coghnorti (2024) “Not even wrong: Towards a Critique of Conspiracism”. “Cured Quail” n° 3. Este texto fue traducido e incluido por nosotr@s dentro del libro: Coghnorti/Antithesi y amig@s (2024) Dos críticas al conspiracionismo en el movimiento radical griego. Santiago: Pensamiento & Batalla.
[62] Op. Cit.
[63] Op. Cit.
[64] Op. Cit.
[65] Op. Cit.
[66] Klein, Naomi, “Naomi Klein on following her ‘doppelganger’ down the conspiracy rabbit hole-and why millions of people have entered an alternative political reality”, “Guardian”, 26 de agosto de 2023.
[67] Los libelos de sangre o calumnias de la sangre son alegatos antisemitas por los que se acusa falsamente a l@s judí@s de asesinar a niñ@s cristian@s para utilizar su sangre en la realización de rituales religiosos. Estas acusaciones difamatorias tienen su origen en la Europa de la baja Edad Media. Los libelos de sangre culpabilizaban a l@s judí@s de realizar una recreación de la muerte de Cristo sacrificando a niñ@s cristian@s en la festividad de Pésaj. [N. del T.]
[68] Klein, N. Op. Cit.
[69] Coghnorti. Op. Cit.
[70] Iasonas-Dimitris Tsetsos, “Primary school in LGBTQ colours [Σε ΛΟΑΤΚΙ χρώματα δημοτικό σχολείο]”, “Demokratia”, 1/9/2023, https://www.dimokratia.gr/ellada/566291/se-loatki-chromata-dimotiko-scholeio/
[71] Disponible en: https://t.ly/FEBAT [Enlace URL abreviado consultado el 12/10/2024].
[72] Anderson, Digby (1995) This Will Hurt: The Restoration of Virtue and Civic Order. Mencionado en Slobodian, Quinn & Plehwe, Dieter, “Neoliberales contra Europa”, Op. Cit.
[73] Entrevista a Digby Anderson por Barry James, “International Herald Tribune”, 28 de agosto de 1995. Se puede acceder a la entrevista a través del enlace https://www.nytimes.com/1995/08/28/IHT-q-a-restoring-virtue-and-order-the-argument-for-shame-and-stigma-in.html. Puede ser de interés aportar alguna información adicional que recogimos del artículo de Slobodian y Plehwe (Op. Cit.) sobre la evolución del euroescepticismo reformista hacia posiciones nacionalistas abiertamente xenófobas. El abogado belga Paul Belien, fundador del mencionado think tank y esposo de Alexandra Colen, diputada del partido separatista flamenco de extrema derecha “Vlaams Blok”, ya había publicado una polémica contra el aborto en 1992. Curiosamente, la pareja publicó entre 2000 y 2005 una revista dedicada a temas de “secesión y democracia directa”, que estaba vinculada con organizaciones antiinmigración como el sitio web “VDare”. Después de 2006, este mismo abogado dirigió el think tank racista “Islamic Watch”, que promueve una clara agenda islamofóbica. Otr@s miembr@s del mismo think tank colaboraron con miembr@s del “Grupo de Bruges” y del neoliberal “Grupo Constitucional Europeo” en la fundación de la revista “Eigentümlich Frei” (traducido libremente como “Propietario Único Libre”, haciéndose eco del título del libro de Max Stirner), cuyo objetivo era construir una alianza entre l@s libertari@s y la extrema derecha, siguiendo el ejemplo de l@s libertari@s estadounidenses de extrema derecha que se organizan en torno a Murray Rothbard. Est@s individu@s promovían la agenda del “realismo racial” (es decir, el racismo contra las personas afrodescendientes), la “confederación” (siguiendo el modelo del Sur estadounidense) y el cierre de fronteras a l@s inmigrantes. Esta dirección también se conoce como la “estrategia redneck”, que inspiró tanto a la “AfD” como al “Partido de la Libertad” de Austria. La revista también promovió la relegitimación del darwinismo social y la negación del cambio climático, elementos clave de la agenda posfascista. En Grecia, el grupo posfascista anarcocapitalista “Los Esclavos” [Οι Δούλοι] está más alineado con esta tendencia.
[74] Antithesi & Cognord. Op. Cit.
[75] Antithesi, “The irrational salto mortale” [Το ανορθολογικό σάλτο μορτάλε], Op. Cit.
[76] Srinivasan, Amia “Cancelled”, London Review of Books, vol. 45, nº 13, 29 de junio de 2023. https://www.lrb.co.uk/the-paper/v45/n13/amia-srinivasan/cancelled. El gobierno de Nueva Democracia está totalmente alineado con esta lógica. El ex viceministro de Educación Angelos Syrigos fue el principal instigador de la persecución de estudiantes por pegar carteles con contenido crítico. Una de las primeras leyes del gobierno de Mitsotakis en 2019 fue la abolición del santuario académico. En su lugar, se introdujo la siguiente disposición: “la libertad académica, así como la libre expresión y circulación de ideas, serán protegidas en todos los ámbitos de las instituciones de educación superior, frente a cualquiera que intente abolirlas o limitarlas”, apuntando claramente a las protestas estudiantiles.